ALUNNIZADO. Lula. Lulo. Lucho. Lublú. Lupita. Lubina. Lumbrela. Lutecio. Lulila. Lurdo. Lucanero. No desvarío: se cómo se llaman
los Lunnis. No puedo evitar tatarear sus canciones. Puedo repetir ahora mismo, casi palabra por palabra, las historias de la cocina de Lubina, del primo Lulor y del profesor Lutecio, o los telelunnis sobre el jazz, las señales de tráfico y el derroche de agua. Tenemos un deuvedé que nuestro churumbel necesita tragarse al menos una vez al día (con veinte meses sabe enchufar la tele y poner en marcha el vídeo, pero aún no acierta con la tecla del play). Y esto es sólo el principio: tarde o temprano tendremos que comprar o nos regalarán películas de Disney. Meterse veinte o treinta chutes de «Buscando a Nemo» o «El rey León» a mi avanzada edad seguro que también deja secuelas permanentes.