www.bestiario.com/mantenido

SOLEDAD. Nunca he estado mejor acompañado ni más solo. Esas paradójicas palabras resuenan en mi cabeza desde hace tiempo. Las pronuncio, en silencio, mientras paseo por estas calles que me han visto crecer y jugar y que ahora me acogen como a un turista, como a un extranjero. O cuando cierro los ojos delante de la pantalla, intentando descansar...

Nunca he estado mejor acompañado ni más solo: vivo en mi ciudad, en la ciudad de mis familiares y amigos, con la mujer de mis sueños y un bebé sano y alegre. No puedo pedir más. Pero trabajo sin acompañantes ni compañeros, en un cuarto donde no escucho más que el esporádico sonido del teléfono, el permanente zumbido del ordenador y, de vez en cuando, algún disco.

Apenas echo en falta la redacción del periódico. Prefiero trabajar sin compañía. Solo.

Las horas cunden más cuando nadie molesta, cuando nada distrae.

Pero la soledad, además de una amante inoportuna, como cantaba Sabina, es una anfitriona temible: te agasaja y te adula para que puedas sentirte a tus anchas, pero al menor descuido te traiciona. La soledad perturba. Corrompe. Disfruta mientras alarga los minutos y nos sumerge en el tedio, o cuando los acorta y nos llena de inquietudes. O al concederte toda la libertad que quieras.

Nunca la vencerás abriendo el navegador o el frigorífico, conectando la radio o la televisión, conversando a través del teléfono o el messenger.

A la soledad hay que domesticarla. Si te rindes a sus caprichos y sus tentaciones, juega contigo. Para trabajar en soledad, sin jefes ni colegas que vigilen tus movimientos, sin más ojos que los tuyos, es preciso ser disciplinado y rutinario.

Soledad. La aliada más fiel. La adversaria más peligrosa.

Publicado el martes, 1 de marzo de 2005, a las 12 horas y 38 minutos


Publicado el miércoles, 2 de marzo de 2005, a las 9 horas y 59 minutos

MÉNAGE À TROIS. Queda muy feo deambular por la casa sin zapatillas y con los calcetines puestos, ya sea empijamado o con unos calzoncillos y una camiseta. Pero es útil, muy útil, si duermes a un bebé en su cuarto sin aplicar el tormento Estivill. Más de una vez, cuando estoy a punto de abrir la puerta, hambriento y medio dormido tras un pulso que suele durar entre un cuarto de hora y cuarenta y cinco minutos, una pisada estruendosa ha provocado que todo vuelva a empezar. Descalzo o calzado, aunque intente emular a Tom Cruise en Misión imposible o a esos ladrones de guante blanco capaces de desvalijarte mientras roncas, siempre armo más ruido. En fin, aunque llevamos semanas y semanas retrasándolo con mil y una excusas, quizá mañana mismo pongamos en práctica el controvertido “Duérmete, niño”. Como quien no quiere la cosa, nuestro pequeño dictador nos ha conducido a un callejón sin salida: desde que claudiqué cuando caí bajo La maldición de la Pantera Rosa, no nos cuesta demasiado dormirle –los calcetines ayudan–, pero a las dos o las tres de la madrugada se levanta de la cuna osito en mano, dispuesto a luchar a brazo partido hasta que le admitamos en nuestra cama. Ha pasado una semanita y cada noche que pasa cedemos antes. En el fondo, estamos muy a gusto con este peculiar ménage à trois. Le vamos a echar de menos. Y a ver qué pasa cuando me olvide de los calcetines y nos limitemos a dejarle en la cuna…

Publicado el jueves, 3 de marzo de 2005, a las 15 horas y 15 minutos

EN EL PORTAL. Nos hemos levantado de la cama (los tres, claro) a las diez de la mañana. Hemos salido sobre las once, a tomarnos unos cafés con leche y unos aspitos en el bar de Alberto. Nevaba. He dejado al churumbel en casa de mis padres y, al volver aquí, casi me atropellan dos señoras que aparcaban sus carritos de la compra a la altura del portal y se han puesto a charlar, indiferentes al viento y los copos. Mientras buscaba las llaves, he escuchado que una decía a la otra: «Y llámame. Cuántas veces te he llamado para salir y nunca me has hecho hincapié».

Publicado el viernes, 4 de marzo de 2005, a las 13 horas y 24 minutos

RUTINA. Nos casábamos al día siguiente. Tuvo una idea. Debíamos contarnos lo que nunca nos habíamos contado: nuestros secretos verdaderamente inconfesables. Accedí. Me habló de un noviete adolescente y de una infidelidad tempranera. Limpié sus lágrimas con un pañuelo y le hablé de las putas. De mis habituales y ya casi tediosas visitas a Sota de Corazone’s: los jueves de los últimos once meses no había faltado una sola vez.

Después de la luna de miel, cambié de día.

Publicado el sábado, 5 de marzo de 2005, a las 18 horas y 29 minutos

¿TIEMPO PERDIDO?. «¿Pero estás tonto?», me dice mi mejor amigo. «¿Pero no estabas escribiendo una novela? ¿Qué haces perdiendo el tiempo con un diario? Dedícate a lo importante, a currar en cosas que dan dinero y, cuando tengas tiempo para escribir, no lo desperdicies, ponte con la novela, hombre».

Publicado el lunes, 7 de marzo de 2005, a las 11 horas y 54 minutos

EN JAQUE. Robert D. James, más conocido como Bobby Fischer, fue detenido el 13 de julio del año pasado en un aeropuerto japonés. Viajaba con un pasaporte invalidado por los Estados Unidos, su país natal, que pretende deportarle y castigarle por haber jugado en 1992 contra Spassky en Yugoslavia durante el embargo de la Guerra de los Balcanes. A pesar de que Islandia le ha concedido un pasaporte y ha enviado a Tokio una delegación para liberarle, continúa encarcelado. La semana pasada, según cuenta su novia, quería desayunar un huevo cocido. No se lo sirvieron. «Entonces, el que es considerado genio del ajedrez se enfrentó a un policía, al que golpeó con el puño, y seguidamente 15 funcionarios de la cárcel se abalanzaron sobre él», escribe Elaine Lies en una noticia de la agencia Reuters que reproduce El Mundo. La periodista apunta que estuvo internado en una celda de aislamiento desde el miércoles hasta el domingo pasados. Sin embargo, reconoce que «el incidente no fue confirmado ni desmentido por portavoces de la prisión, alegando cuestiones de intimidad y seguridad». Si los carceleros no han soltado una palabra sobre lo ocurrido, entonces, ¿cómo sabemos que quince tíos, y no trece o dieciocho, se echaron encima de Fischer? ¿Porque Fischer fue capaz de contarlos mientras le reducían?

Publicado el martes, 8 de marzo de 2005, a las 10 horas y 18 minutos

LUISGÉ MARTÍN. En «Los amores confiados»: «Ahora que ya he cumplido los cuarenta años y que me corresponde por lo tanto algo del buen juicio que se les concede a los hombres viejos, sé que la felicidad se logra siempre con menudencias, con cosas insignificantes que se parecen mucho a las que necesitan también las bestias para calmarse: el calor, el reposo, la comida y la fornicación. Lo demás es dudoso y pasajero, pero eso permanece durante toda la vida».

Publicado el miércoles, 9 de marzo de 2005, a las 18 horas y 28 minutos

2-0. No te jode que pierdan. Estás acostumbrado. Te jode tragarte el partido solo y en silencio, en el salón de tu casa. Pasarte dos horas, con prórroga incluida, en silencio, solo, cada vez más cabreado según se acerca la temida derrota. Cuando marcan el primer gol mascullas un «mecagüenlaputa» que apenas resuena: el amor de tu vida duerme al churumbel a dos tabiques. Eres un hincha reprimido. Con el segundo gol ni siquiera abres la boca. Sentado en la alfombra, miras alelado cómo lo festejan los jugadores del otro equipo. Apagas la tele en cuanto termina el partido. Te metes en la cocina, preparas una ensalada y un plato de cecina, sacas los quesos, llenas de agua la jarra y pones la mesa. Vas y vuelves de la cocina al salón con sigilo, no sea que se despierte la fiera. Tu contraria sale relajada de la bañera. Se sienta dispuesta a charlar de las cosas del día y a ver el final de Los Serrano. Cenas. Qué lejos estás del piso de estudiantes, de los bares de aquí y de allá donde noches así rugías, maldecías y sufrías con animales de tu especie.

Publicado el jueves, 10 de marzo de 2005, a las 10 horas y 03 minutos

11-M. Amos Oz (no sé en qué libro o artículo, apunté estas palabras hace un año): «El terrorismo actúa como la heroína: las dosis han de ser cada vez más fuertes para que el efecto se mantenga».

Publicado el viernes, 11 de marzo de 2005, a las 12 horas y 06 minutos

¿CINE EN CASA?. Antes veías casi todas las nominadas a los Oscar y a los Goya, además de las que triunfaban en Cannes, Berlín y San Sebastián. Tampoco te perdías las que Carlos Boyero elogiaba, las que te recomendaba tu amigo Mariano y las producciones rompetaquillas repletas de sangre y efectos especiales —nadie es perfecto—. Antes ibas al cine.

Ahora vas al videoclub, alquilas un deuvedé, bajas las persianas, enchufas una televisión de 32 pulgadas y 40 plazos, conectas los altavoces —te niegas a llamarlos «cine en casa» o «home cinema»—... y tu querido retoño comienza a berrear en cuanto pegan el primer tiro. Bajas el volumen. Ahora echas de menos hasta las palomitas.

Así pasas una noche, y otra noche, y otra, y otra más. Cuando se acaba el bono del videoclub no lo renuevas. Y te resignas a tragarte «lo que echen» en la tele. Siempre hay algo. Telenarcotizado, un miércoles deja de importarte que tu equipo pierda. Un sábado no protestas cuando tu contraria quiere empacharse de salsa rosa. Pasan semanas, meses, trimestres. Cambias el calendario de la cocina. Y continúas fiel al salón y al sofá, después de las cenas, aunque a menudo te gustaría abandonar a tu mujer y a tu televisión para escaparte a la última sesión o leer un rato. Pero sabes que no debes abandonarlas. Has pasado la mayor parte del día solo. Necesitas compañía.

Publicado el lunes, 14 de marzo de 2005, a las 8 horas y 58 minutos

¿AMOR?. Regreso en el autobús de las siete. Casi tres horas de viaje. Ponen una película horrible. Atardece sobre Castilla. Disfruto del paisaje hasta que corren las cortinas. El sol nunca luce a gusto de todos. Intento dormir, pero los teléfonos de los pasajeros se alían para impedirlo. La chica del asiento de al lado ha recibido más de media docena de llamadas a la altura de Buitrago. Aunque me han aconsejado que no lea en coches ni autobuses, acabo abriendo un libro. Esta vez, el de un amigo: «Poesía para los que leen prosa». Miguel Munárriz busca lectores como yo, que se creen alérgicos a la rima y las estrofas. Lectores proseros. Me atrapa desde la introducción. Sobre todo, cuando reproduce un poema amoroso de Lope de Vega y estos versos donde Juan Bonilla le rinde homenaje:

«Insospechado sospechoso terco animal despiadado
Imprescindible usurero bendito hijodeputa.
Con él no valen experiencias porque todas engañan
dictando cobardía.
Es el amor.
Quien lo perdió, lo sabe.
»

En Aranda de Duero, mi vecina le explica a una tal Charo y a todo el autobús que tiene a su novio en espera. Alguien que debería estar harto de ser llamado Cari, Corazón y Amor por una voz gélida, aburrida y rutinaria. Se despiden en Lerma con una sonrojante y desapasionada sucesión de Besos, Te quiero y Te amo.

Si eso es amor
Ojalá lo pierdan.

Publicado el martes, 15 de marzo de 2005, a las 0 horas y 24 minutos

EDUARDO MENDOZA. «Los hombres rara vez se explican y cuando lo hacen, lo hacen mal».

Publicado el miércoles, 16 de marzo de 2005, a las 18 horas y 57 minutos

EN EL AUTOBÚS. Subo cinco minutos antes de la salida. Antes de que arranque y de ponerme los auriculares, me entretienen tres conversaciones telefónicas. Una chica dicta la lista de la compra: «Compra lechuga, aguacate, maíz…». Un chaval murmura: «Es que me tiene tanto asco como yo a él». Y una treintañera brama: «¡Ese informe es mi cabeza! Es mi cabeza, y no te lo consiento ni a ti ni a él. ¡Ese tío es un psicópata, va a por mí! Que no venga de mártir, espera que vomito. ¡Me han arrastrado por el fango!»

Publicado el viernes, 18 de marzo de 2005, a las 13 horas y 22 minutos

SEPTILLIZOS. Ahora los días se parecen demasiado entre sí. Cuando no fichas, cuando tú mismo marcas tus horarios de trabajo, tanto en las rachas de mucho curro como en las de calma chicha, los fines de semana apenas se distinguen de los «días laborables». Antes los domingos eran resacosos, los lunes horrorosos, los martes y los miércoles, mediocres, insustanciales, los jueves podían sorprenderte y los viernes y los sábados nunca te defraudaban. Pero, sin embargo, qué lunes más lunes es este lunes.

Publicado el lunes, 21 de marzo de 2005, a las 9 horas y 21 minutos

EN EL PARQUE. Poco antes de llegar a los columpios, me adelanta un matrimonio. La mujer, cuarentona, camina agarrada a un bolso enorme. El hombre, cincuentón, marca el paso con un paraguas cerrado. Van deprisa y sólo pesco algunas palabras del marido: «Se aburre mucho, demasiado, a su edad nadie puede aburrirse. Si sigue así acabará en un psiquiátrico, te lo digo yo».

Publicado el martes, 22 de marzo de 2005, a las 8 horas y 41 minutos

TIEMPO PERDIDO. Vuelve a la carga. Mi mejor amigo se arroga el derecho de cantarme las verdades del barquero, de ser franco conmigo, como esos opinadores televisivos que se enorgullecen de decir la verdad siempre a la cara, aunque sea para ultrajar o humillar. «Me dijiste que ibas a terminar la novela en junio, y no llevas ni quince páginas. Ahora dices que hasta verano no vas a poder continuar, y sin embargo sigues con esto, que no sirve para nada. Ya vas a ver cómo te vas a arrepentir », me dice. Se la suda que no pueda parirla a salto de mata, durante una racha de curro como la de ahora.

Publicado el jueves, 24 de marzo de 2005, a las 12 horas y 49 minutos

SIN VACACIONES. Y tanto que se parecen. Esta Semana Santa me he levantado para currar a las 8 de la mañana. Todos los días. Incluso hoy, este domingo en que nos han robado una hora.

Publicado el domingo, 27 de marzo de 2005, a las 12 horas y 21 minutos

ALUNNIZADO. Lula. Lulo. Lucho. Lublú. Lupita. Lubina. Lumbrela. Lutecio. Lulila. Lurdo. Lucanero. No desvarío: se cómo se llaman los Lunnis. No puedo evitar tatarear sus canciones. Puedo repetir ahora mismo, casi palabra por palabra, las historias de la cocina de Lubina, del primo Lulor y del profesor Lutecio, o los telelunnis sobre el jazz, las señales de tráfico y el derroche de agua. Tenemos un deuvedé que nuestro churumbel necesita tragarse al menos una vez al día (con veinte meses sabe enchufar la tele y poner en marcha el vídeo, pero aún no acierta con la tecla del play). Y esto es sólo el principio: tarde o temprano tendremos que comprar o nos regalarán películas de Disney. Meterse veinte o treinta chutes de «Buscando a Nemo» o «El rey León» a mi avanzada edad seguro que también deja secuelas permanentes.

Publicado el lunes, 28 de marzo de 2005, a las 9 horas y 43 minutos

JOAQUÍN BARRAQUER. "Un día, tendría yo 13 años, me dijo: ‘Este paciente ha perdido el ojo porque tiene un tumor, pero quiero que tú antes me lo operes de cataratas’. Me senté en su sillón de operar, le hice el corte, le saqué la catarata y, cuando acabé de coserle, él sentenció: qué lástima tener que quitar este ojo, porque te ha quedado perfecto. Yo luego instruí también a mis hijos siendo niños, practicando con ojos inutilizados del banco de donaciones y bajándolos a quirófano cuando estaba libre. Les premiaba en su cartilla cuando hacían las cosas bien”. Texto extraído del reportaje de Elena Pita publicado en El Magazine.

Publicado el martes, 29 de marzo de 2005, a las 19 horas y 30 minutos

REMATE TELEVISIVO. Siete menos diez de la tarde. Compro una bolsa de gominolas y un librito de Marcial Lafuente Estefanía, parece que retrocedo veinte años. Subo al autobús. Me toca ventana. En el asiento del pasillo, una joven de mi edad (vamos, que ya tiene poco de joven) habla por teléfono. Ha pillado a dos tías que curran treinta y seis horas semanales, en vez de las cuarenta estipuladas. Por la mañana una le dijo que su compañera estaba enferma; cuando la otra llegó por la tarde, le preguntó que qué tal estaba y la incauta le contestó que muy bien. Ha enviado un informe. Otro. Espero que alguien no haya preparado un informe sobre mí, qué horror, qué podrían contar.

Me trago la novelita en media hora, duermo cerca de una hora, me despierto poco antes de que empiece el partido contra Serbia, escucho la primera parte, me enfado cuando el locutor dice que falta remate y, al llegar a la estación, pego el cabezazo que Torres, un jugador en construcción, como su web, no enganchó en todo el partido: me levanto, cojo la americana y el ordenador y, cuando voy a salir, me fijo en que una señora bajita apenas llega a la balda superior; le doy su abrigo, sonrío para mis adentros, muy superior desde mi uno ochenta y mucho, casi uno noventa, avanzo y… me doy un lechón descomunal contra una de las pantallas de televisión que cuelgan del pasillo. La dejo temblando.

Publicado el jueves, 31 de marzo de 2005, a las 1 horas y 53 minutos

Ilustración de Toño Benavides
L M X J V S D
1 2 3 4 5 6
7 8 9 10 11 12 13
14 15 16 17 18 19 20
21 22 23 24 25 26 27
28 29 30 31
  
  

· Enlaces
· GO!
· J.
· Kirai
· Mañas
· Orsai





Bitácoras de Bestiario.com:
Afectos Sonoros | Cómo vivir sin caviar | Diario de una tigresa
El mantenido | El ojo en la nuca | Fracasar no es fácil
La cuarta fotocopia | La guindilla | La trinchera cósmica
Letras enredadas | Luces de Babilonia| Mi vida como un chino



© Bestiario.com 2004
bestiario@bestiario.com

Un proyecto de TresTristesTigres