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DOS MÁS. Acabamos de terminar dos webs tigrescas: desde hoy se puede acceder a la nueva página de la editorial Taurus, www.taurus.santillana.es, y desde ayer a la del Ayuntamiento de San Vicente del Raspeig, www.raspeig.org.

Publicado el viernes, 1 de abril de 2005, a las 8 horas y 48 minutos

MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA. En «Un par de diablos»:

«Ruth, al ver que Susan estaba distraída mientras no dejaba de tocarse las nalgas, comentó:

–Estás pensando en ese joven que te azotó, ¿verdad?
–En efecto, Ruth…
–¿Puedo saber lo que piensas?
–Que me gustaría verle…
–¿Piensas disculparte?
–No tanto, pero sí reconocer que los azotes que me propinó fueron justos.
–Sin que te molestes, es lo más justo que puedes hacer, yo estoy de acuerdo con el castigo que te propinó.
–¡A mí me sucede lo mismo!

Y las dos amigas rieron de buena gana.
»

Publicado el lunes, 4 de abril de 2005, a las 21 horas y 59 minutos

PULITZER. Deanne Fitzmaurice, fotógrafa del «San Francisco Chronicle», que ha ganado un Premio Pulitzer, dotado con 10.000 dólares, por retratar a un niño iraquí herido: «Pese a tener buen carácter, Saleh era sensible a su aspecto. Una tarde, cuando otros niños se le quedaron mirando, se enfadó quedándose preocupado. Las enfermeras trataron de tranquilizarle enrollando un rotulador a su muñón para que pudiera pintar. Saleh dibujó un avión tirando bombas».

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  • Publicado el martes, 5 de abril de 2005, a las 10 horas y 23 minutos

    VAYA EME. Marcando móvil, que no paquete, queremos comernos el mundo. Fardamos, como quien no quiere la cosa. Aunque vibren más que los consoladores de Chicholina o superen en decibelios a las ambulancias, en cuanto llegamos a un bar o un restaurante los sacamos a relucir para deslumbrar al personal. Ahora que apenas nadie despotrica contra quienes impúdicamente los utilizan en calles, restaurantes, autobuses y trenes; ahora que sirven hasta para convocar manifestaciones, a golpe de sms; ahora que guardamos en el trastero cuatro o cinco aparatos descacharrados o prematuramente envejecidos —justo aquellos que regalaban a cambio de tres mil duros en llamadas; el que desenfundas ahora te ha salido por el doble, y rebajado, encima te han hecho un favor—, ahora resulta que el día menos pensado estallará, si no ha estallado ya, la revolución keitai (los nipones, que son los que marcan el paso con varios años de antelación, denominan así a estos cacharros). Qué e-mocionante.

    Telefónica nos bombardeó hace tiempo con unos anuncios enfocados certeramente hacia nuestra vanidad. Sus cachirulos no molaban porque fueran multimedia y de última generación sino porque podías jactarte delante de los colegas de ser uno de los escasos afortunados que ya los atesoraban. No bastaba con gastar en llamadas cinco veces más que antes. Encima teníamos que comprarnos el último modelo: un trasto pasado de moda antes de que apoquinaras la primera factura.

    Lo de ahora es peor. Resulta que necesitaban cambiar. Renovarse. Unificar su imagen. Y, sobre todo, necesitaban que lo supiéramos todos. Para crear expectación, mejor dicho, para intentar crear expectación primero han anunciado su nueva eme en todos los soportes posibles sin revelar qué anunciante estaba detrás del icono. Al cabo de unos días, voilà, han descubierto el pastel y han intensificado aún más su presencia. Sólo les ha faltado que llovieran emes del cielo, que en todos los menús del día sirvieran sopas de letras compuestas sólo por sus emes, que los enviados especiales al Vaticano llevaran tatuada una eme en la frente.

    Según leo en una nota de prensa de la propia compañía, antes de decantarse por esta nueva imagen estudiaron más de mil propuestas. La eme elegida es «un elemento dinámico, que otorga más expresión y movilidad y que refleja la forma de ser, de actuar y de relacionarse con los demás de sus usuarios y se incorpora de un modo instantáneo en el recuerdo visual del individuo».

    También aseguran que, para lanzar en 13 países esta imagen «innovadora, humana, clara, alegre y líder» han participado más de 100.000 personas y se han gastado 75 millones de euros. Pero no dicen quiénes van a acabar pagando ese dineral, llamada a llamada, mensaje a mensaje...

    Publicado el jueves, 7 de abril de 2005, a las 9 horas y 44 minutos

    EN EL SÚPER. Me levanto a las ocho. Preparo el biberón, se lo enchufo, vuelve a dormirse, trabajo hasta las diez, desayuno viendo el funeral de Juan Pablo II, el amor de mi vida se va a trabajar y, poco antes de las once, se despierta el churumbel. Le visto y le llevo a casa de mis padres. De vuelta, paso por el supermercado. Cuando doy la tarjeta de crédito a la cajera, una señora que viene de la calle le dice que al regresar a casa se ha dado cuenta de que faltaba una caja de leche. «En la bolsa no estaba. ¿No la ha encontrado aquí?» La cajera responde que no tiene ni idea, que no se acuerda. Guardo con cuidado mi compra. Una bolsa para el pescado, otra para la carne, otra para los congelados y otra más para el resto. La señora –setenta y cinco años, rubia, chaquetón de ante, bolso a juego, gafas de sol con montura dorada–, insiste. «¿Se habrá llevado la leche la que venía detrás?», pregunta. La cajera arquea las cejas y empieza a atender a un abuelo que ha comprado una barra de pan y cuatro tetrabricks de Don Simón y lleva el importe exacto en la mano. «Había una chica detrás, ¿se habrá llevado ella mi leche?», repite. «Lo siento, no puedo hacer nada», acaba respondiendo la cajera. La señora se da la vuelta y, mientras camina hacia la puerta, concluye: «Pues que le aproveche, o que le dé un cólico».

    Publicado el viernes, 8 de abril de 2005, a las 13 horas y 04 minutos

    SATURDAY NIGHT. Anoche salimos. De marcha, por decir algo. Desde Nochevieja no salíamos por la noche, hace más de tres meses. Rectifico: desde el viaje al Caribe, hace más de dos meses. En fin, habíamos quedado para cenar con una pareja que vive como nosotros, gustosamente atada a un bebé, pero a las ocho de la tarde nos contaron vía sms que no habían encontrado un canguro. Estábamos a punto de llevar al churumbel a casa de mi queridasuegra –de ahora en adelante siempre diré queridasuegra, para no herir susceptibilidades, que la palabra suegra a secas suena fatal–. «¿Y ahora qué hacemos?», dijo mi amor. Casi sin pensarlo, decidimos aprovechar la oportunidad y salir los dos solos. Como en los viejos tiempos. A pesar del frío. Tomamos un café con mi queridasuegra, nos despedimos del churumbel y nos acercamos al chiringuito de una amiga. Antes de llegar llamé a un amigo, pero me dijo que acababa de meterse medio litro de yogur líquido y que no le apetecía nada salir. No problemo. Las dos primeras cervezas entraron muy bien, por qué no reconocerlo. Estuvimos en una tetería muy acogedora y cálida, pero en la calle soplaba un viento siberiano. Nos metimos en otro bar. Mi amor hizo un recuento de sus amigas: una, recién parida, otra con dos fieras, otra fuera de Burgos, otra de boda… Antes de cambiar de barra llamé a otro amigo y me contó que ya estaba con el pijama puesto; tenía que levantarse a las seis de la mañana para ir al hotel donde curra. De acuerdo. Mientras pedíamos otras cervecitas y unos chopitos nos acordamos de Canas y señora. Seguro que salen, seguro que siguen saliendo, me dije. Fue que no. Estaban de cena con sus primos. Pues muy bien. Dejamos el barrio. Bebimos las penúltimas cervezas, aún con ánimo, en un bar de La Puebla donde nos pusimos melancólicos mientras atacábamos a unos huevos estrellados y un plato de cecina cocida, taurina, y las últimas en otro bar de la misma calle en el que nos pasamos media hora hablando de nuestro niño. Y llegó el momento crucial. Sólo eran las doce. Midnight is where the day begins, creo que cantaban los de U2. Sólo eran las doce, podíamos irnos de copas a cualquier sitio, podíamos continuar en la Puebla, tirar para las Llanas o para las Bernardas, seguro que habríamos encontrado caras conocidas en algún bar, incluso a algún amigo… Sólo eran las doce. Teníamos frío y sueño. A las doce y veintitrés minutos ya estábamos en el sofá, calentándonos las manos con un colacao bien cargado mientras entrevistaban al ex de Estefanía Lomónaco, como diría Buenafuente. Un sábado más me emborraché de salsa rosa. Aún me dura la resaca.

    Publicado el domingo, 10 de abril de 2005, a las 12 horas y 28 minutos

    MI ABUELO LEANDRO. Era de Huerta de Abajo, o de Arriba, no recuerdo ahora mismo (en serio, no caigo, aunque sé que está cerca de Neila, el pueblo de la abuela). Nació en 1900 y murió en 1979. No debí de estar en el entierro ni en el funeral –tenía siete años– aunque me acuerdo de haber llorado por él. Le quería mucho. Éramos tocayos, jugaba con nosotros y sus bolsillos siempre rebosaban de caramelos. Se cubría la calva con una boina negra y era de misa y rosario diarios. Estaba bastante enfermo cuando celebraron las bodas de oro, porque mis tías despejaron el salón comedor y montaron una especie de altar para que el párroco oficiara allí una misa. Ese día hubo chevalieres, unos bollos con nata típicos aquí.

    A mi abuelo Leandro le gustaba pasear y pelar la fruta con una navajita que aún conserva mi hermana. Cuando se murió me quedé con su sable. La primera vez que me lo enseñó, o que yo recuerdo haberlo visto, era más alto que yo. Acabo de medirlo: 94 centímetros. Está algo oxidado, pero se lee con nitidez que en 1870 fue forjado en Toledo.

    Y poco más puedo contar sobre mi abuelo Leandro. Bueno, sé que se quedó huérfano y que tuvo que escaparse de un orfelinato para alistarse. Según mis tías, en Marruecos combatió «mano a mano con Franco», no pudo ascender todo lo que merecía porque debieron de clausurar la academia militar antes de la Guerra Civil, o después, no sé, y durante la Guerra Civil, o después, no sé, dirigió una cárcel donde había mucha comida. La que sobraba se la daba a los pobres. Y los presos le querían mucho. Tanto, que le construyeron algunos muebles. Entre otros, el aparador que sirvió de altar.

    Publicado el lunes, 11 de abril de 2005, a las 19 horas y 48 minutos

    NI UNA MOSCA. Hace diez o doce años pensaba que tarde o temprano me ganaría la vida escribiendo. Escribiendo de verdad, no pariendo noticias sin interés y perdiendo el tiempo en ruedas de prensa y presentaciones. Me pasaba lo mismo que a otros muchos periodistas con vocación literaria. Acabé en la sección cultural de un periódico, muy cerca de libros, editores y escritores. Pero ni siquiera fui una mosca cojonera.

    Publicado el miércoles, 13 de abril de 2005, a las 9 horas y 58 minutos

    ROBERT A. HEINLEIN. Leído en Go Rin Kai: «Un Ser Humano debería ser capaz de cambiar un pañal, planear una invasión, despiezar un cerdo, ensamblar una barca, diseñar un edificio, escribir un soneto, hacer un balance, levantar una pared, expresarse en otro idioma, remendar un hueso roto, confortar a un moribundo, obedecer órdenes, dar órdenes, cooperar, actuar en solitario, resolver ecuaciones, analizar un nuevo problema, esparcir estiercol, manejar un ordenador, cocinar una comida sabrosa, sufrir con entereza, luchar eficientemente.

    La especialización es para los insectos
    ».

    Publicado el viernes, 15 de abril de 2005, a las 8 horas y 45 minutos

    STENDHAL. De «Vida de Henry Brulard»: «A decir verdad, no me siento nada seguro de tener el menor talento para que me lean. Ocurre simplemente que algunas veces me place sobremanera escribir».

    Publicado el domingo, 17 de abril de 2005, a las 19 horas y 01 minutos

    ¿GILIPOLLAS?. Mi niño no ha cumplido aún veintiún meses y ya pronuncia entre cien y doscientas palabras. Y entiende muchas, muchas más. No exagero: cuenta hasta diez, se sabe los principales colores (aanja, ojo, zul, aillo, erde…), conoce por su nombre de pila a todos los familiares, amigos y peluches afines… Es más, igual hasta me he quedado corto y ya supera las doscientas palabras. En fin, ayer soltó su primer taco: estábamos en el salón, jugando con el chuchú (el tren), cuando, sin venir a cuento (creo yo), le dijo al amor de mi vida: «¡Gilipollas!» Se tapó la boca al ver la cara que habíamos puesto.

    Publicado el lunes, 18 de abril de 2005, a las 12 horas y 34 minutos

    38º. ¿Qué hace un chico como yo en un sitio como éste? Rebobino: ¿qué hace un pringao como yo, con treinta y ocho de fiebre, sudando como un caballo, estresado, pendiente del churumbel, que está a punto de despertar de la siesta, enratonado con cuatro webs que tiene que actualizar sí o sí, charlando sobre un nuevo proyecto vía msn (sus socios nunca pisan el freno), echando un ojo al correo cada dos minutos (estoy recibiendo 16 inquietantes megas), en un sitio como éste, es decir, delante del ordenador, encima escribiendo aquí, enchufado a Internet como un preso a sus grilletes?

    Publicado el martes, 19 de abril de 2005, a las 18 horas y 23 minutos

    BENEDICTO XVI. Un par de preguntas estúpidas: ¿a cuántas personas tocó Juan Pablo II durante su papado?, ¿a cuántas personas tocará Benedicto XVI?

    P.D.: Una lástima que el cónclave haya terminado tan pronto: Rubén Amón ha dejado de escribir su blog.

    Publicado el martes, 19 de abril de 2005, a las 19 horas y 50 minutos

    STENDHAL. De «Vida de Henry Brulard»: «Esto es nuevo para mí; ¡hablar a gentes de las que se ignora absolutamente la forma de ser de la inteligencia, el tipo de educación, los prejuicios, la religión! ¡Qué ocasión única para ser auténtico y simplemente auténtico! Tan sólo la autencididad prevalece».

    Publicado el jueves, 21 de abril de 2005, a las 21 horas y 12 minutos

    RODRIGO MUÑOZ AVIA. En «Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos»: «Mi teoría es muy sencilla: simplemente dice que todas las personas que beben coca-cola durante las comidas son felices. Es una chorrada, ya lo sé, pero es totalmente cierta, lo tengo comprobado. No digo que la gente que bebe vino o cerveza no pueda ser feliz, ni que sea la coca-cola lo que hace felices a los que la toman. Digo que el hecho de pedir coca-cola durante una comida delata a una persona feliz».

    Publicado el sábado, 23 de abril de 2005, a las 21 horas y 44 minutos

    RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO. De Carácter y destino, su discurso de aceptación al Premio Cervantes: «En esa espléndida pieza de pintura que es la tabla derecha del tríptico "El Jardín de las Delicias" de Ieronimus Bosch, El Bosco, pueden verse, entre las cosas que podrían llevar a los hombres al infierno, unas cuantas, diminutas, figuras de niños y adultos, calzadas con unas botas de cuchilla muy semejantes a los patines de hoy en día, deslizándose, felices, por la superficie de una laguna helada. El placer de patinar es ventajista: reside en gastar poco y lograr mucho, en la sensación corporal de liberación de la gravedad, de ventaja sobre ésta, de ingravidez gratuitamente conseguida; precisamente gratuita, como un don, como un bien. El que patina va y viene como quiere, a la velocidad que quiere, pero, sobre todo, sin ir a ninguna parte y disfrutando a cada instante durante el ejercicio».

    Publicado el domingo, 24 de abril de 2005, a las 11 horas y 58 minutos

    DE AYER A HOY. Era periodista. Antes. Hacía entrevistas, a menudo por teléfono. Enchufaba la grabadora en ruedas de prensa. Comía en restaurantes buenos cuando presentaban libros. Mutilaba textos ajenos para encajarlos en maquetas. Perseguía noticias, muy de ciento en viento. Llegué a currarme un par de reportajes, aunque uno no llegó a publicarse. Fui periodista. Cinco o seis años. Ahora no. Ahora no sé qué hago. Ahora no sé qué soy.

    Publicado el martes, 26 de abril de 2005, a las 8 horas y 57 minutos

    AUGUSTO ROA BASTOS. De «Hijo de hombre»: «Creo que el principal valor de estas historias radica en el testimonio que encierran. Acaso su publicidad ayude, aunque sea en mínima parte, a comprender más a un hombre, a este pueblo tan calumniado de América, que durante siglos ha oscilado sin descanso entre la rebeldía y la opresión, entre el oprobio de sus escarnecedores y la profecía de sus mártires…»

    Publicado el jueves, 28 de abril de 2005, a las 9 horas y 26 minutos

    Ilustración de Toño Benavides
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