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VAYA EME. Marcando móvil, que no paquete, queremos comernos el mundo. Fardamos, como quien no quiere la cosa. Aunque vibren más que los consoladores de Chicholina o superen en decibelios a las ambulancias, en cuanto llegamos a un bar o un restaurante los sacamos a relucir para deslumbrar al personal. Ahora que apenas nadie despotrica contra quienes impúdicamente los utilizan en calles, restaurantes, autobuses y trenes; ahora que sirven hasta para convocar manifestaciones, a golpe de sms; ahora que guardamos en el trastero cuatro o cinco aparatos descacharrados o prematuramente envejecidos —justo aquellos que regalaban a cambio de tres mil duros en llamadas; el que desenfundas ahora te ha salido por el doble, y rebajado, encima te han hecho un favor—, ahora resulta que el día menos pensado estallará, si no ha estallado ya, la revolución keitai (los nipones, que son los que marcan el paso con varios años de antelación, denominan así a estos cacharros). Qué e-mocionante.

Telefónica nos bombardeó hace tiempo con unos anuncios enfocados certeramente hacia nuestra vanidad. Sus cachirulos no molaban porque fueran multimedia y de última generación sino porque podías jactarte delante de los colegas de ser uno de los escasos afortunados que ya los atesoraban. No bastaba con gastar en llamadas cinco veces más que antes. Encima teníamos que comprarnos el último modelo: un trasto pasado de moda antes de que apoquinaras la primera factura.

Lo de ahora es peor. Resulta que necesitaban cambiar. Renovarse. Unificar su imagen. Y, sobre todo, necesitaban que lo supiéramos todos. Para crear expectación, mejor dicho, para intentar crear expectación primero han anunciado su nueva eme en todos los soportes posibles sin revelar qué anunciante estaba detrás del icono. Al cabo de unos días, voilà, han descubierto el pastel y han intensificado aún más su presencia. Sólo les ha faltado que llovieran emes del cielo, que en todos los menús del día sirvieran sopas de letras compuestas sólo por sus emes, que los enviados especiales al Vaticano llevaran tatuada una eme en la frente.

Según leo en una nota de prensa de la propia compañía, antes de decantarse por esta nueva imagen estudiaron más de mil propuestas. La eme elegida es «un elemento dinámico, que otorga más expresión y movilidad y que refleja la forma de ser, de actuar y de relacionarse con los demás de sus usuarios y se incorpora de un modo instantáneo en el recuerdo visual del individuo».

También aseguran que, para lanzar en 13 países esta imagen «innovadora, humana, clara, alegre y líder» han participado más de 100.000 personas y se han gastado 75 millones de euros. Pero no dicen quiénes van a acabar pagando ese dineral, llamada a llamada, mensaje a mensaje...

Publicado el jueves, 7 de abril de 2005, a las 9 horas y 44 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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