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NOTICIAS. La semana pasada encontré uno de estos titulares desconcertantes, tan capaces de arrancarte una sonrisa como una exclamación de asombro: «Científicos de EEUU logran que unos ratones calvos de nacimiento tengan pelo tras manipularles un solo gen».

Antañazo, cuando leía periódicos de papel, quizá habría recortado la página. Ahora que leo diarios interneteros si me encuentro con una noticia de esta calaña la descargo y la conservo en una carpeta. Así, esos ratones manipulados conviven en el ordenador con titulares como estos: «Una limpiadora de la Tate tira una bolsa de basura sin saber que era una obra de arte». «Un grupo de náufragos dominicanos sobrevivió doce días a la deriva con carne humana y leche materna». «La caspa y las células de la piel influyen en el cambio climático». «Un estudio indica que el órgano sexual del David de Miguel Angel estaría arrugado por la proximidad del peligro»…

Pero la carpeta de noticias extravagantes amenaza con desbordarse y contagiar todo el disco duro, como esos virus con nombre de huracán o balada romántica que se lanzan al abordaje desde los correos electrónicos. No para de engordar; pesa tantos megas, que cualquier día tendré que ponerla a dieta.

Sin embargo, la otra carpeta donde guardo noticias, las noticias importantes de verdad, está escuálida. El otro día, eso sí, archivé una que pasó bastante desapercibida (o que al menos dio bastante menos que hablar que el triunfo de Fernando Alonso o los politiqueos en torno al Estatut): «La ONU asegura que 28 euros al año bastan para evitar que un niño muera de hambre».

Algunas noticias deberían permanecer en nuestra memoria hasta sacarnos del egoísta y aburguesado sopor que fulmina o anestesia nuestras buenas y casi siempre poco fructíferas intenciones de ayudar a los más necesitados. Hay noticias, y noticias.

Publicado el lunes, 3 de octubre de 2005, a las 18 horas y 27 minutos

¿UN ANZUELO?. Quienes sostienen que el fútbol (por no decir los deportes de masa, en general) es el nuevo opio del pueblo pueden apoyarse en esta noticia que hoy publica El Mundo: La Iglesia Evangélica ha comprado los derechos de retransmisión del próximo Mundial para emitir los partidos en sus templos. Silvia Román, la corresponsal del diario, apunta que los párrocos no podrán cobrar a los hinchas que entren a ver los partidos. No buscan un beneficio económico: «El objetivo de la Iglesia Evangélica es el de atraer a los ciudadanos a los templos. Y si el fútbol es un buen anzuelo, pues que piquen».

Publicado el miércoles, 5 de octubre de 2005, a las 11 horas y 57 minutos

GULAG. Cuenta Anne Applebabum en «Gulag»: «Mariya Sandratskaya, arrestada cuando su hijo tenía dos meses, fue llevada en un transporte lleno de madres que amamantaban a sus hijos. Durante dieciocho días, sesenta y cinco mujeres con sus sesenta y cinco hijos viajaron en dos vagones de ganado, sin calefacción a excepción de dos estufas pequeñas que arrojaban mucho humo. No había raciones especiales ni agua caliente para bañar a los niños o lavar los pañales, que se volvieron “verdes de mugre”. Dos mujeres se suicidaron cortándose la garganta con un vidrio, otra perdió la razón. Sus tres hijos fueron recogidos por otras madres».

Publicado el sábado, 8 de octubre de 2005, a las 14 horas y 30 minutos

EL CINE. «Yo nací –¡respetadme!– con el cine», dijo Rafael Alberti el milenio pasado, en los tiempos del cine mudo.

Podemos repetir este endecasílabo ahora, en salones donde los televisores parecen altares, con aparatos de tropecientas pulgadas que ofrecen un centenar de cadenas a través del cable o mediante tecnología digital, y con «home cinema», reproductor de vídeos y de deuvedés… Aunque también podríamos repetirlo en el dormitorio, frente a una pantalla quizá más pequeña, o en la cocina, han inventado frigoríficos con televisión incorporada, o desde cualquier otro rincón de nuestras casas, mientras introducimos un «deuvedé» en la consola, en un reproductor portátil o en el ordenador…

El «pecé», por cierto, se ha convertido en un aparato «emulizado» –perdón por los palabros– desde donde el que también podemos, si manejamos el ratón con un garfío de pirata, descargar cualquier película…

También podemos citar a Alberti mientras caminamos hacia alguno de esos videoclubs que atesoran miles de películas de todas las épocas y todos los géneros, o, en definitiva, hacia cualquiera de los mulcines de la ciudad. Sin embargo, nunca contemplaremos las películas con la cara de asombro que pusieron nuestros abuelos la primera vez que se pusieron delante de pantalla.

En Koba el Temible, Martin Amis cuenta que a Stalin le entusiasmaban las películas de vaqueros. El tirano insultaba a los malos y jaleaba a los protagonistas. Incluso en el Kremlin, en el lugar donde una burocracia tan absurda como despiadada decretaba la muerte de millones de personas, casi todas las noches durante las proyecciones privadas ocurría lo que ya sólo sucede en las sesiones infantiles.

Ahora, cuando vemos una película, los adultos sólo abrimos la boca para comer palomitas. O para bostezar. El cine no nos sorprende. Ni tampoco los telediarios.

Publicado el lunes, 10 de octubre de 2005, a las 12 horas y 09 minutos

DOMINGO POR LA TARDE. Algún día recordaré con nostalgia estos tiempos, estos días en los que curro en silencio mientras, en la cama de al lado, en nuestra cama, el churumbel se echa la siesta.

Publicado el domingo, 16 de octubre de 2005, a las 18 horas y 06 minutos

AVENTUREROS. Somos unos aventureros colosales. En cuanto podemos abandonamos nuestros confortables hogares y nos lanzamos a recorrer el mundo para emprender expediciones dignas de Marco Polo.

Sin apenas equipaje (bueno, sin olvidar nunca las tarjetas de crédito, los cheques de viaje o unos cuantos fajos de billetes ocultos en el cinturón, y un uniforme como el del doctor Livingstone, un repelente antimosquitos, unas pastillas para cortar la diarrea y una cámara que pueda inmortalizar nuestras hazañas), nos subimos a un avión y atravesamos miles de kilómetros para explorar parajes extraordinarios: una isla descubierta por Colón, un río surcado por faraones, una reserva de animales salvajes, un poblado sin conexión a Internet…

Y al regresar citamos a Machado, o a Serrat –«caminante, no hay camino, se hace camino al andar»–, y comprendemos que los viajes nos han cambiado, que ahora que hemos conocido otras culturas y otros pueblos somos un poco más sabios.

Somos unos exploradores épicos. Y no estamos ciegos, ni el egoísmo ni la hipocresía nublan nuestra perspicaz inteligencia. Cuando regateamos con el inmigrante que sobrevive vendiendo discos y películas piratas, comprendemos que estamos ante uno de los nuestros, ante otro aventurero,… aunque no tengamos muchas ganas de charlar con él.

No necesitamos saber cuántas penalidades ha padecido durante los meses o los años que mediaron desde que dejó la tierra de sus padres –un lugar asolado por el hambre, las guerras y las epidemias por donde no pasan las rutas turísticas–, hasta que se jugó la vida embarcándose en una patera o saltando el vergonzoso muro que separa su mundo del nuestro. Además, seguro que exagera, como nosotros cuando contamos nuestras batallitas al regresar de las vacaciones.

Nosotros nos vamos de excursión; ellos, desgraciadamente, emprenden odiseas.

Publicado el lunes, 17 de octubre de 2005, a las 15 horas y 48 minutos

EN LA ESTACIÓN. Desayuno en el bar de la estación. La camarera me trae un café con leche y después le sirve otro a un tío como yo; bueno, más o menos como yo, algo más arreglado, más repeinado y menos legañoso. Se lo bebe de un sorbo y, después, pide una copa de orujo de hierbas. Son las siete y cuarto de la mañana. Aún es de noche. De nuevo, sólo necesita un trago. Antes de sacar la cartera, pide un paquete de chicles. Casi tres horas más tarde llegamos a Madrid y, mientras camino hacia el metro, veo que que tira hacia la cafetería...

Publicado el miércoles, 19 de octubre de 2005, a las 20 horas y 33 minutos

EL VIRUS MUTANTE. El virus mutante acecha. El virus mutante, aunque aún no ha mutado, ya nos ha contagiado de curiosidad. De repente, hablamos de la gripe aviar casi con tanta soltura como un epidemiólogo. (Para que luego digan que los medios de comunicación no instruyen; por ejemplo, de un tiempo a esta parte también charlamos de mecánica como si lleváramos toda la temporada llenándole el depósito a Fernando Alonso.)

Ahora sabemos que el virus mutante vendrá de Asia, como hizo allá por 1918 la terrorífica y mal llamada «gripe española», que diezmó a nuestros bisabuelos y tatarabuelos y se cobró más de 50 millones de vidas, y como las otras dos pandemias similares, pero menos virulentas, que surgieron el siglo pasado: la de 1957, que acabó con 70.000 personas, y la de 1968, que fulminó a 47.000.

También sabemos que desde hace un par de años un nuevo brote de gripe aviar, el virus H5N1, está infectando a millones de aves asiáticas y que, hace unos días, se han detectado los primeros casos en Europa (en Rumanía, Turquía, Grecia y Rusia).

Y, sobre todo, no ignoramos que la Organización Mundial de la Salud predice que más temprano que tarde el H5N1 mutará. Es decir, no saltará de vez en cuando de aves a hombres, como en los pocos casos registrados hasta ahora (pocos, si nos parecen pocos unos 140 infectados, de los cuales han fallecido sesenta individuos, entre Indonesia, Vietnam, Tailandia y Camboya), sino que se adaptará para ser transmisible de humano a humano.

Entonces, y sólo entonces, la gripe aviar será tan contagiosa, y peligrosa. Entonces, y sólo entonces, nadie podrá impedir que cruce fronteras, con o sin pasaporte, y que viaje por tierra, mar y aire, de estornudo en estornudo. Entonces, y sólo entonces, fabricarán la vacuna adecuada (según el Ministerio de Sanidad, los millones de tratamientos antivirales que están comprando todos los gobiernos “podrían frenar la enfermedad una vez contraída”: podrían, quizá puedan o tal vez no).

Entonces, como hasta ahora, como siempre, podremos continuar asando pollos (la gripe aviar no se transmite al comer aves). Y entonces, como hasta ahora, la gripe vulgar continuará matando cada año en el mundo alrededor de un millón de personas, mientras pasa desapercibida.

Publicado el lunes, 24 de octubre de 2005, a las 12 horas y 08 minutos

EN EL BUS. Estuve leyendo hasta que desplegaron los televisores. Entonces saqué los auriculares y los conecté al asiento de delante. En cuanto apareció el título, una chica se levantó. Ponían una película que he visto dos o tres veces, aunque ni mucho menos me entusiasma. La chica volvió con cara de fastidio. «No tienen», le dijo a su compañera. Deduje que había pedido al chófer unos auriculares para escuchar la película. Durante un momento, dudé en ofrecerles algunos de los míos: en el maletín siempre llevo dos o tres, ya usados, que se van acumulando porque en algunos viajes los regalan. Pero lo dejé estar.

Publicado el miércoles, 26 de octubre de 2005, a las 12 horas y 52 minutos

TODOS JÓVENES. Jóvenes, aquí todos somos jóvenes, jóvenes para siempre, para toda la vida, aunque el peine acumule polvo, aunque sólo nos quede elegir entre la calva o la cana, aunque los niños nos traten de usted o nos llamen señor, qué maleducados, somos jóvenes, jovencísimos, somos los tíos más joviales, si es que nos podrían confundir con adolescentes…

Como somos tan jóvenes, nos toca esperar, ser pacientes, tomárnoslo con calma, que ya llegará nuestro momento, es que está a punto de llegar, algún año de estos seguro que llega, muy pero que muy pronto, pasado mañana, va a llegar ya, el año que viene, o la década que viene, cualquier día de estos seguro que va a llegar, está al caer…

Somos jóvenes, sin duda, y a pesar de los pesares, y contra viento y marea, así que podemos apoltronarnos eternamente en casa de nuestros padres, qué sería de nosotros sin ellos; o podemos irnos de alquiler con otros colegas, compartiendo frigorífico, cuarto de baño y mando a distancia: nos queda tanto por aprender que bien podemos vivir como estudiantes un curso tras otro, aunque la última vez que estuvimos en una clase fuera en el pleistoceno…

También podemos emanciparnos del todo y decir sí quiero a una comodísima hipoteca, que seguirá a nuestro lado hasta que la muerte nos separe y nos será fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de nuestra juvenil existencia…

Además, podemos soportar indefinidamente que pringuen de basura nuestros contratos, que nos despidan alegremente y nos vuelvan a fichar, una y otra vez, sin pagarnos las vacaciones y olvidándose de las horas extras que curramos, que algún día seremos padres y comeremos huevos…

Mientras tanto, como somos jóvenes, toca disfrutar, hay que divertirse. Eso sí, sin rechistar.

Publicado el lunes, 31 de octubre de 2005, a las 12 horas y 11 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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