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UN EQUIPO DE BÁSKET. La abuela tenía muy mal pulso, pero se empeñaba en dar personalmente los potitos a los niños. Cinco inocentes pasamos por sus manos, cinco víctimas acostumbradas desde el principio a poner la boca en la cuchara, porque la abuela era incapaz de poner la cuchara en la boca. Cuántas cucharadas en el ojo, en la oreja, en la barbilla. Pero qué pronto aprendíamos. El hambre nos espabilaba, y enseguida adivinábamos por dónde iba la distorsión en la puntería de la abuela.

"¡Cesta!", decíamos los más mayores a los más pequeños cuando la cuchara y la boca coincidían. La abuela se ponía contenta pensando que su habilidad había logrado el milagro.

Publicado el lunes, 13 de noviembre de 2006, a las 9 horas y 06 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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