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ENCUENTRO EN EL PARQUE. El Parque de doña Casilda vuelve a tener patos. La gripe aviar los había condenado a estar encerrados bajo sospecha. La cuarentena ha terminado, y los patos vuelven a ser los patos y el parque el parque. Doña Casilda estará contenta.
Ayer, al sol, leía en el parque a Faulkner, al enrevesado y magnífico Faulkner. Enredado en sus vericuetos lingüísticos, disfrutaba de lo lindo, hasta que llegaron a mi altura del banco dos ecuatorianas con sus sillas de niños. No tendría nada de particular si no fuera porque en las sillas había gemelos. Asistí a un momento irrepetible: el encuentro entre dos inmigrantes y cuatro niños, repetidos dos a dos. Lo maravilloso es que los gemelos no se asombraron de la gemelez ajena, y me dio la impresión de que se distinguían perfectamente, cada uno a los otros tres.
Las ecuatorianas no eran gemelas, así que no pude extraer ninguna conclusión añadida sobre el asombro o no asombro que se hubiera producido si todo el grupo fuera gemelo o gemela de otro.
Faulkner me altera.
Publicado el martes, 10 de octubre de 2006, a las 8 horas y 48 minutos
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