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22 D. Ni el reintegro, ni la pedrea, ni por supuesto el puto Gordo. Nada. Un año más la suerte, esa fulana que tan poco me conoce, pasó de largo y de mi cara, y fue a parar a cientos de kilómetros de mi bolsillo.
Vale que juego por inercia, y que ni siquiera merezco que me toque, pero cómo jode, copón; cómo jode.
Lo elegante sería felicitar a los agraciados y guardarme la decepción y la envidia en mi cartera vacía, pero cada año me resulta más difícil.
De hecho, sin atender a los ruegos de los clientes, he apagado la tele del bar nada más comprobar mis pérdidas, porque no soporto las imágenes típicas de los afortunados, ni sus gritos, ni su alegría, ni sus gilipoyeces.
Al llegar hace un rato a casa, y contárselo, Marta me ha dicho:
- ¿Cómo puedes pensar así? Yo me alegro de ver feliz a la gente. Eres un hijo de puta, Eddi Vansi. No sé cómo coño me pude casar contigo...
-
Y, sí, tal vez sea un hijo de puta; pero un hijo de puta sincero, y además pobre.
Y, para colmo, de salud ando regular.
No me jodas.
Que le den al calvo de la lotería, al puto Gordo y a toda su parentela; que a mí esto de jugar con los sueños una vez al año ya me toca las narices.
Publicado el jueves, 22 de diciembre de 2005, a las 23 horas y 01 minutos
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