|
ADORNOS. Hoy he apañado el bar con adornos navideños. No por gusto, que por mí la Navidad podía irse al pairo; pero ha venido mi jefe al mediodía para recordarme expresamente que, si el Corte Inglés enchufa el alumbrado, nosotros no íbamos a ser menos; que ya es Navidad, que el gordinflón de Papa Noel está en camino, que qué van a decir los clientes.
Me revienta colaborar en estas fiestas hipócritas pero, como no pensaba discutirlo un año más, le dije:
-Tú mandas.
- Venga, Eddi Vansi –me anima, con un tono entre festivo y funeral-, que no decaiga esta fiesta desaforada y sin sentido, hombre; consuélate: sólo es Navidad una vez al año.
Así que he bajado a por la puta caja en la que, cada año, quedan menos adornos. La he subido. Susana La Bohemia me ha preguntado primero que adónde iba, después que qué había en esa caja y, por último, que le pusiera un orujo.
- ¿Cuándo vas a morirte, Susana?- le dice mi jefe.
- Espero que después que tú.
Y luego, dirigiéndose a mí, como cada vez que le da por hacernos una visita:
- Eddi, ¿cuándo coño vas a echar a esta borracha de mi bar?
Y señala a una Susana la bohemia que es sorda profesional cuando la ocasión lo requiere.
Porque, al fin y al cabo, es su bar. Aunque no aparece casi nunca por aquí, es su jodido bar. El primer bar que tuvo de los tres que tiene. El que le dio dinero para comprar otros locales y que ahora, conmigo de encargado, camarero y único gobernante, se deshace y se marchita y apenas da para cubrir gastos. Pero no le hace falta el dinero de este puto bar. Podría cerrarlo esta tarde si le viniera en gana, y sólo Susana y yo lo lamentaríamos. Y tal vez él, que tiene aún esa nostalgia de los viejos tiempos.
- Te recuerdo que esta borracha lleva en tu bar desde antes de que naciera Jesucristo -le contesto con una media sonrisa.
- Y yo te recuerdo, Eddi Vansi, que te pago para que hagas bien tu trabajo, no para que me recuerdes nada que no sepa.
Y entonces se echó a reír. Me eché a reír. Y Susana, por simpatía, se echó a reír.
- Venga coño, que es Navidad- dijo- Colócame los adornos Eddi, e invita a esta dama a su próximo orujo.
Y salió pitando a sus otros bares.
La Bohemia no desaprovechó la oportunidad y pidió otro.
Se lo puse.
Me encendí un cigarro.
Todos los años la misma escena, pensé. Somos una especie de Belén hereje en el que ni Susana es Vírgen, ni mi jefe un San Jose, ni yo un niño con poderes. Sería ya lo único que me faltaba.
Abrí la caja, en fin. Desempolvé los espumillones, los papás noeles, los ángeles, los muñecos de nieve, las bolas, las estrellas doradas y, con la ayuda innecesaria de Susana La Bohemia, feliz de revivir su prehistoria y convencida de que el bar era su casa, los fuimos colocando en sus sitios de todos los años, haciendo el paripé de otra jodida Navidad que a ninguno de los dos nos importa una mierda.
Publicado el lunes, 12 de diciembre de 2005, a las 23 horas y 02 minutos
|