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FUMAR ES UN PLACER. A pesar del Gobierno, a pesar del cáncer y de las traqueotomías, a pesar de las jodidas multas y de lo caro que lo han puesto, de los fumadores pasivos y los exfumadores temibles, que bien podrían juntarse y formar una secta, un escuadrón de la muerte o un partido nazi, joder, yo fumo, señor policía, soy un fumador convencido, compulsivo, recalcitrante; y pienso seguir fumando por más que diga la jodida ministra y sus putas leyes, aunque tenga que hacerlo a escondidas como si fuera un delincuente o tuviera quince años.
Y con más ahínco precísamente porque lo prohíben, que no hay nada más excitante que desobedecer a estos cabrones que se creen mi padre, como si no tuvieran cosas más importantes que prohibir o resolver estos hipócritas de mierda.
Que prohíban la pobreza, joder, que ésa sí que mata; que prohíban los botines o los billgates, y dejen a las personas morirse como les salga de los cojones.
Porque además me gusta, coño, y porque, para los pocos vicios que va dejando la edad, quiero que este me acompañe el resto de mis días.
Mi ginebra y mi cigarrillo.
Escuchar Manhattan Transfer y una cajetilla disponible.
Escribir, y tener mi tabaco rubio cerca.
Una mamada bien hecha, y mi cigarrillo. ¿Sabe usted lo que es eso, señora ministra? Debería probarlo, y seguro que después se mete su ley por donde más escuece.
En fin: a estos Torquemadas no pienso invitarles a mi entierro.
Publicado el lunes, 19 de diciembre de 2005, a las 22 horas y 23 minutos
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