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IGNACIO ALDECOA. En «Seguir de pobres»: «De la bota del pobre se bebe poco y con mucha precaución. Al pan del pobre no se le dan mordiscos; hay que partirlo en trozos con la navaja. El queso del pobre no se descorteza, se raspa».

Publicado el miércoles, 1 de junio de 2005, a las 13 horas y 27 minutos

PENSAMIENTO. Un vecino me para en el portal: «¿Escribes en la prensa, verdad?» Le respondo que sí y luego, antes de despedirse, me dice que le gusta cómo pienso. En el ascensor veo que se me ha quedado una cara extraña. No sé qué pensar.

Publicado el jueves, 2 de junio de 2005, a las 20 horas y 03 minutos

EL ECO DEL PARQUE. Hora punta en el parque. Veinte o treinta criaturas asaltan los columpios. Entre los bebés que apenas caminan y los niños que ya corretean solos sin tambalearse se encuentra tu churumbel, un valiente que mientras juega ya no quiere que le agarres de la mano. Tratas de prevenir los posibles accidentes como un aprendiz de escolta, como una sombra atolondrada, unas veces te colocas detrás de él, otras delante, pendiente de la caída, del coscorrón…

Pongamos que te releva tu mujer y que vuelves a casa, enchufas el ordenador y empiezas a teclear palabras como éstas. Digamos que pretendes escribir del parque y de tu niño. Así que improvisas, a ver qué se te ocurre… hasta que, de pronto, te acuerdas de ellos.

Te acuerdas de los violadores de bebés que detuvieron hace unos días. En los periódicos los llamaban así en los titulares, en vez de pederastas. Violadores de bebés.

Delante del teclado, te quedas en blanco. Te tumbas en la cama y te refugias en los libros. Abres una novela de Kawabata y sólo la sueltas cuando tropiezas con este par de frases: «Cualquier clase de inhumanidad se convierte, con el tiempo, en humana. En la oscuridad del mundo están enterradas todas las variedades de la transgresión».

Luego comienzas a devorar «La llave maestra», la primera novela de Agustín Sánchez Vidal, pero te topas con esta respuesta de un antiguo espía de Felipe II a su hija:

«–¿Es empalar lo que supongo?

–Es muerte terrible. Toman un palo grande, lo afilan muy agudamente en una de sus puntas, como se hace con los espetones en los que se pone un asado, apoyan en tierra uno de los extremos, dejándolo derecho, y al condenado lo sientan sobre él y lo espetan por el fundamento, atravesándole todo el vientre y el pecho hasta que le salga por la boca. Y lo dejan así vivo, que suele durar dos y hasta tres días.»

No puedes evitar acordarte otra vez de ellos.

Publicado el lunes, 6 de junio de 2005, a las 13 horas y 35 minutos

EN LA CAJA. Nueve de la mañana. Me falta un turno para llegar a la ventanilla. Antes de pasarme todo el día currando, como todos los días, escucho cómo se queja la mujer a la que ya están atendiendo: «Me mato a trabajar, es que no aguanto más, esto es horrible… Esta semana encima tengo que ir dos tardes...».

Publicado el martes, 7 de junio de 2005, a las 11 horas y 29 minutos

ALESSANDRO BARICCO. En «Sin sangre»: «A la vida siempre le falta alguna cosa para ser perfecta».

Publicado el domingo, 12 de junio de 2005, a las 13 horas y 54 minutos

EXCESOS. No guiñes los ojos. No subas las cejas. No gesticules. Ya puestos, sonríe con cautela y restringe las carcajadas. Pásate el día durmiendo, o dormido, qué más da: estáte quieto, eso es lo importante. Vive alelado, dopado delante de un televisor, de un cuadro o de una pared en blanco, qué más da, preocúpate sólo cuando parpadees demasiado. Cómprate una caña y deja que fluyan horas, días y semanas sin arquear una ceja, a pesar de que pesques una ballena blanca. Ingresa en un convento de clausura o en un monasterio tibetano y dedícate a orar en silencio, inmóvil y sereno, un mes tras otro, a ser posible con los ojos cerrados, aunque el éxtasis místico o el nirvana te hagan levitar.

Sobre todo, no te acomplejes. Tu cara se va a transformar en una máscara, pero no te acomplejes. El día en que celebres tu noventa aniversario con cara de adolescente, ya te reirás tú de todos los que ahora te critican. Entonces sí que te vas a reír, vas a ser tan joven, tan juvenil, tendrás una mirada tan jovial… El esfuerzo habrá merecido la pena, seguro que sí.

Para lograrlo, por supuesto, además habrás pasado años, lustros y décadas “cuidándote un poquito”. Es decir, machacándote en el gimnasio, sometiéndote a una dieta perpetua y reparándote el chasis con las operaciones quirúrgicas que sean necesarias, o que puedas pagar.

Todo, porque un día cayó en tus manos el número 15 de la revista Corporación Dermoestética y al ojearlo, como quien no quiere la cosa, te encontraste con esta revelación: «Además de la aplicación de cosméticos adecuados, debemos evitar los excesos en los gestos y expresiones que afecten al contorno de los ojos, porque esta zona se encuentra ya en constante movimiento con el parpadeo (unas 12.000 veces al día) y con problemas específicos como bolsas y ojeras». Desde entonces tu vida cambió.

Antes, insensato, pasabas señas jugando al mus.

Publicado el lunes, 13 de junio de 2005, a las 22 horas y 49 minutos

SECUNDINO SERRANO. En «El País», al ser entrevistado por escribir «La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler (1936-1945)», editado por Aguilar»: «El otro día me escribió un señor diciéndome que iba a ir con su familia a León a darme un abrazo. Había vivido pensando que su padre había sido ladrón y en mi libro sobre maquis se cuenta su historia: en realidad fue guerrillero. Lo malo es que no se lo va a poder explicar a su madre: tiene Alzheimer».

Publicado el martes, 14 de junio de 2005, a las 8 horas y 48 minutos

CANSADO. Algo pasa, algo tiene que pasar, para que te despiertes con este verso en la cabeza: «estoy cansado de estar cansado», que sólo parece un juego de palabras. No echas la culpa ni al bochorno ni a la siestorra, sino a la memoria.

Publicado el viernes, 17 de junio de 2005, a las 17 horas y 53 minutos

¡PARKING NO!. De ciertos asuntos no se debe opinar, al menos en público,… si uno no está informado. No se debe, aunque a todos nos encante dar nuestra opinión. Bueno, o lo que creemos que es nuestra opinión.

Eso sí, sobre cierto asunto tengo unas ganas enormes de opinar. Me apetece aún más que merendar cecina en los toros. Me encantaría escribir una opinión sobre el párking que quizá construyan debajo de mi parque (bueno, del parque de mi niño, del parque donde más juega) y, ya puestos, y por solidaridad con los vecinos de ese barrio, sobre el párking que tal vez construyan en una de las principales avenidas comerciales de la ciudad.

Pero tengo un problema: aunque supongo que podría acceder al potente armamento que manejan los políticos y los técnicos que apoyan las obras (sus informes, sus acuerdos, sus qué sé yo); aunque podría conocer las razones que han causado que muchos de los vecinos y los comerciantes afectados por ambos aparcamientos se hayan agrupado y estén luchando con toda la artillería que pueden, ya sea mediante recursos judiciales, caceroladas o manifestaciones; en definitiva, aunque intente informarme lo mejor que pueda, intuyo que no podré opinar con fundamento y con contudencia. Carezco del talento y la influencia necesarios para lograr una utopía: escribir una opinión tan convincente, tan demoledora y tan irrefutable que provoque que los promotores de estos proyectos se olviden de ellos para siempre.

Por eso he llegado a una lamentable conclusión: no puedo opinar. Ando demasiado escaso de argumentos. Simplemente, mi niño y yo no queremos que nos dejen sin columpios ni un solo día, ni tampoco que se queden sin clientes las cafeterías del parque y la tienda donde compramos aspitos y gominolas.

Mi niño y yo no formulamos una opinión cuando gritamos: «¡Parking No!» Sólo expresamos un deseo: queremos que no toquen nuestro parque.

Publicado el lunes, 20 de junio de 2005, a las 11 horas y 50 minutos

EN LOS COLUMPIOS. «No me casaría con Beckham ni por 10.000 euros», le dijo ayer por la tarde una niña de unos diez años a su amiga mientras mi niño ascendía por una rampa.

Publicado el miércoles, 22 de junio de 2005, a las 17 horas y 36 minutos

EN LA FUENTE. Un enjambre de niños rellena globos. Uno de ellos deja el grupo, calado, mientras el cabecilla le insulta: «¡Me cagüen en ti y en tu puta familia!» El chaval responde con una blasfemia y un corte de mangas.

Publicado el jueves, 23 de junio de 2005, a las 12 horas y 33 minutos

ANTONIO PEREIRA. En el prólogo de Me gusta contar: «Si dudas entre dos palabras, elige la más clara. Si hay empate, quédate con la menos prestigiosa».

Publicado el sábado, 25 de junio de 2005, a las 12 horas y 49 minutos

PÍO BAROJA. En La guerra civil en la frontera , octavo y último volumen de sus memorias, que hoy merecen un extenso reportaje en El País: «En estos relatos no hay el menor asomo de arrojo ni de audacia. Carezco de vocación de héroe. Soy un espectador, un curioso, y nada más. En algunas circunstancias las impresiones de las vidas vulgares, contadas con exactitud y con detalles, pueden tener algún interés, y dar el carácter de la época, con tanta exactitud como la de los hombres arriesgados y extraordinarios que hay que reconocer que, en este tiempo, ha habido pocos, porque la mayoría han sido mediocres, al menos en España».

Publicado el domingo, 26 de junio de 2005, a las 13 horas y 21 minutos

A DIETA. Peso, en números bien redondos, cien kilos. Cuando jugaba al baloncesto no llegaba a ochenta y cinco, y eso que comía por dos. Ahora continúo zampando tanto como antes, o más, aunque me pase el día delante de un ordenador o detrás de un triciclo. Por eso, como media España en estas fechas tan sudorosas, el jueves pasado me puse a dieta.

Voy a ser inflexible, me dije nada más levantarme. No voy a pecar ni a picar. Hasta nunca, michelones.

Entré en Rodel con paso firme. No me tembló la voz cuando pedí con sacarina el café con leche… a pesar de que sabía cómo iba a responderme Alberto, el repostero más guasón a este lado del río Arlanzón: «¿Con adelgacina?»

Por desgracia, entre semana Alberto obsequia a sus parroquianos con un lacito de hojaldre muy tentador… y no pude evitar devorar el mío y, ya puestos, el del amor de mi vida. Sin embargo,… mis tripas continuaban rugiendo. Tuve que engullir una raqueta. Además nuestro niño se fijó en un apetitoso bizcocho y Alberto nos puso una buena porción. Como era de esperar, el churumbel apenas lo probó, así que me tocó terminarlo, qué pena.

Bueno, pensé más tarde, olvidemos lo ocurrido. Preparo una ensaladita para comer y santas pascuas. Pero mi querida esposa llegó a casa ¡con una chapata!, ¿y a quién no le gusta hacer barquitos?

El resto, para qué contarlo. Después de quemar unas cuantas calorías en el parque, repostamos en una terraza. Unas cañas con unas aceitunitas. Con la segunda ronda no pudimos evitar pedir unos pinchos de chorizo. De bar en bar, tampoco nos resistimos a una bravas, a unos cojonudos, a unas croquetas de jamón, a una ración de lengua ibérica y a otra de pulpo. Para rematar la noche, a mi niño le dio por encapricharse de un frigopié. Se hartó al segundo lengüetazo, cómo no.

Mientras atacaba al helado, llegué a una conclusión: el próximo día que comience un régimen, pasaré del lacito. Seré inflexible.

Publicado el lunes, 27 de junio de 2005, a las 12 horas y 29 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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