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PALAMBRAS. Ciertas palabras no están hechas para ser pronunciadas. No me refiero a las malsonantes, sino a algunas que se nos atascan una y otra vez. En mi caso, intestino o podredumbre, por ejemplo. En esa lista, más amplia de lo que me gustaría, acaba de ingresar una que me ha salido al paso como poco cinco veces en Las manos del pianista, de Eugenio Fuentes: displicencia. La primera ocasión en que la detecté dentro de la novela apenas me fijé en ella. Pero me la encontré en la página siguiente, dejé de leer y la pronuncié en silencio: disciplencia... no: displiciencia... ahora sí: disciplies… Seguí leyendo. Las restantes veces que me topé con ella miré para otro lado.

Publicado el viernes, 16 de febrero de 2007, a las 19 horas y 25 minutos

¿RACISMO? Madrid-Burgos en el 15, pasillo derecha (siempre voy en ventanilla izquierda y vuelvo en pasillo). En el 16, a mi vera, una mujer rellena el sudoku de un diario gratuito. En el 14, pasillo izquierda, un joven con auriculares. El autobús, el segundo de las siete de la tarde, se va llenando, pero el 13 se queda vacío. Delante, en el 12, una chica se ha equivocado de asiento: una anciana con ese número llama al conductor, éste comprueba el billete de la chica y le dice que se vaya al 19. Pero cuando se levanta y se dirige allí, detrás de mí, la señora que lo ha okupado replica: «Tengo el 13, pero como todo el mundo se sienta donde quiere…» (La mayoría de la gente, a menos que el autobús esté medio vacío, se sienta donde le toca; los pasajeros que tratan de viajar solos suelen dirigirse a las últimas butacas, confiando en que allí queden suficientes sitios libres.) El conductor resopla, mira el asiento vacío y se desentiende. La chica, que podría sentarse en el 13, no insiste y se va a las últimas filas. El joven del 14, que al principio del revuelo había señalado que el 13 estaba desocupado, sigue escuchando música como si nada. Quizá no se ha percatado de que más de una persona no ha querido sentarse a su lado, tal vez, porque es negro.

Publicado el miércoles, 14 de febrero de 2007, a las 23 horas y 25 minutos

SOÑANDO. Caen como chinches. Más frases hechas: en mis sueños (para arreglarlo un poco diré: en los sueños que recuerdo) no dejo títere con cabeza. Este fin de semana se me han muerto dos allegados más. El sábado soñé que los padres de un amigo enfermo me avisaban por teléfono (aunque mejor no digo para qué). El domingo soñé que volvía a morir uno de mis parientes más queridos.

Tendré que dejar las novelas negras.

Publicado el lunes, 12 de febrero de 2007, a las 20 horas y 26 minutos

A MEDIAS Y A MEDIDA. Difícil pasar por alto, aquí, una película como Las mantenidas sin sueños. Como no la he visto, y no quiero saber de qué va (soy de los que no leen contraportadas ni carátulas, de los que cambian de canal cuando emiten un trailer), me quedo dándole vueltas al título.

El mantenido tiene sueños y señuelos. Sueños a medias y sueños a medida. Y pesadillas. Como todos.

Publicado el viernes, 9 de febrero de 2007, a las 18 horas y 10 minutos

CORTE PUBLICITARIO. Acabamos de colgar dos páginas bastante diferentes: www.granta.es, web de la revista que cuenta con un foro y donde figuran un completo resumen del nuevo número y dos artículos íntegros (de Susan Sontag y de Gary Shteyngart), y www.elcampello.es, portal del municipio alicantino con numerosos servicios para los ciudadanos y abundante información turística. Se aceptan críticas, y sugerencias.

Publicado el jueves, 8 de febrero de 2007, a las 13 horas y 00 minutos

¿HAY UN ESTILO BLOGUERO? Deja caer Pedro de Miguel: «Nothomb escribe como escribimos en los blogs: en un tono lacónico, cortante, cómplice». Nos enreda, como siempre (¿a quien no le gustaría escribir con ese tono?), y se queda tan campante.

La mayoría, como diría un amigo, no escribimos: sólo redactamos.

Publicado el lunes, 5 de febrero de 2007, a las 11 horas y 42 minutos

TRES AÑOS: UN TRIÁNGULO. Tres años, pelito rubio, todo salero. Tres años: la habitación oscura, las pesadillas...

—Despierta, cariño. Otra vez llora.

Una caricia, le arropa y le canta el estribillo de siempre: un consuelo de segundos.

Vuelve la oscuridad. Una boca enorme se ríe salvajemente, le engulle y escupe con asco. Surge entonces, de ninguna parte, algo que le clava las uñas en una pierna y en el brazo. Está sujeto, incapaz de huir. Y sus gritos le ensordecen, pero nadie acude. La bestia, lentamente, le muerde por todo el cuerpo...

—Lola, escucha, que sigue berreando.

Adormilada, regresa. La bombilla encendida y la maternal voz han ahuyentado los peligros, pero en sus ojos permanece el terror. Tiembla, y la leche caliente y la tetilla de goma le distraen de las visiones horrorosas porque Lola, apresurada, casi le ahoga con el biberón.

Ella retorna al lecho, mientras él comienza a sumergirse en una masa viscosa poblada de ratas y peces con dientes. Sin saber por qué, sufre, se retuerce, cien dolores asaltan su razón.

—¡Eh, mujer! Que va a despertar a todas.

Pero Lola ya no puede levantarse, no puede. Jura, se caga en los padres de la criatura, y hunde aún más la cabeza en la almohada cuando brotan las primeras lágrimas.

A Luis, sufrido camionero que por enésima vez pernocta en el club, no le gusta meterse en camisas de once varas. Pero los berridos del pequeño y los lagrimones de la mujer le conmueven. Se levanta de la cama dispuesto a calmar al chaval, y piensa: «Joder con la Lola, además de puta, mala madre».

Publicado el jueves, 1 de febrero de 2007, a las 15 horas y 33 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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