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RUINAS. El ángel lleva toda la mañana luchando contra la montaña de escombros que se le ha venido encima mientras dormía. Ha conseguido desenterrarse a duras penas, pagando el tributo de múltiples arañazos. Aún queda por encima de él una tupida red de vigas, tabiques, ladrillos y objetos de desván que han resucitado golpeados por la violenta luz del día a raíz del derrumbamiento: un trineo, una mecedora, un armario, varias sillas, cajas... Todo ello huele como la habitación cerrada de una vieja dama, muerta hace muchos años. Una vez más el pasado llega a través de la nariz.

El ángel trata de mover sus alas doloridas entre sudor y jadeos, trepando penosamente por esa estructura ruinosa que aún lo mantiene preso.

Por fin consigue llegar a la superficie. Se pregunta como una casa tan pequeña puede producir un cúmulo de escombros tan grande. Cuando asoma la cabeza ya es de noche y el ángel, sentado sobre las ruinas, sabe que todo su esfuerzo ha sido en vano.

Publicado el viernes, 10 de junio de 2005, a las 11 horas y 49 minutos

SABEMOS QUE ESTÁ AHÍ Oculto a la curiosidad de la gente y al interés de los científicos, el Bicho de Barro permanece agazapado en un rincón de la última planta del garaje subterráneo de la casa.

Después de sufrir el envite de toda la artillería de los laboratorios, quedó abandonado a su suerte. Los ordenadores no arrojaron datos inteligibles. El interrogante que planteaba su mera existencia no tenía respuesta y los sabios tomaron una sabia decisión: Olvidar.

Ahora el bicho sobrevive entre las ruedas de los coches y las manchas del aceite de los motores. Imaginamos que el ambiente le es propicio.

Nadie lo busca pero todos saben que está ahí: una caries en los cimientos de la casa arrastrando su cuerpo en tinieblas, rozando su torpe forma contra los pilares como una foca herida.

En los pisos altos la gente sigue viendo la televisión.

Publicado el lunes, 6 de junio de 2005, a las 15 horas y 43 minutos

TRES ANIMALES. HIERBA.

La vaca vive el prado como un arrebato místico. Un cielo de hierba es a fin de cuentas el paraíso.
La digestión, y sus placeres narcóticos son equivalentes a las levitaciones de Santa Teresa o al fuego poético más elevado.
El sentido trascendente de la digestión es algo más que un antojo para un ser en continua comunión (digestión) con su dios de clorofila.



EL TEMPLO QUE NAVEGA.

El elefante es un templo con cimientos muy fuertes. Nunca se mueve.El mundo gira bajo sus pies y él permanece en el mismo lugar mientras camina incansable hacia poniente.
Bajo el templo una cría se mueve torpe, flanqueada por cuatro poderosas columnas y un techo protector de piel rugosa.



LA SERPIENTE DE AGUA.

El agua del lavabo rebosaba cuando la descubrí. Reflejando los colores del mosaico del pasillo reptaba en busca de la puerta de la calle.
La serpiente de agua descendió los últimos peldaños en la escalera del portal y alcanzó el exterior.La seguí conminándola a volver al lavabo, pero afuera llovía y la serpiente de agua escapó fundiéndose con las calles.

Publicado el jueves, 2 de junio de 2005, a las 17 horas y 01 minutos

TORMENTA. En el metro encontré un tipo que vestía una camisa estampada con un mapa de isobaras. Parecía la pantalla del televisor a la hora del tiempo en los informativos. Los frentes fríos y los anticiclones evolucionaban desde su hombro derecho hasta su riñón izquierdo, atravesando el pecho y parte del estómago. En la espalda, una enorme espiral nubosa ocupaba casi todo el espacio.
Un pantalón vaquero, de marca indeterminada y con pinzas en la cintura, intentaba hacer juego con aquel despliegue meteorológico en tonos azules de la parte superior.
Los zapatos, tipo castellanos pero de mala calidad, (que nacieron pasados de moda) no ayudaban a mantener la coherencia del conjunto.
Llevaba un diminuto pendiente en la oreja derecha y estoy seguro que algún tatuaje para dejar claro el mensaje: “pese a todo, soy un tío moderno”.
En la muñeca izquierda, la pulsera de un pesado reloj metálico, combinaba eslabones en oro y plata que brillaban como un tesoro egipcio. La enorme piedra roja en su dedo anular, no conseguía dignificar aquella mano que sujetaba el periódico deportivo.
Intentaba transmitir un poderío económico que desmentía un poco más abajo, escapando del bolsillo derecho, un llavero de metacrilato con el anuncio de cierta marca de piezas de mecánica para el automóvil.
Allí estaba, de pié, concentrado en los goles de la jornada anterior, intentando mantener el equilibrio ante los vaivenes del tren, decidido a tener varios hijos, a votar en las elecciones, a vivir su vida al cien por cien.
Todo en él anunciaba tormenta.

Publicado el viernes, 27 de mayo de 2005, a las 12 horas y 11 minutos

MALVARROSA. No era un barrio abandonado. De estar vacío el pasado hubiera hablado por él. Era un barrio olvidado. Incluso el tranvía, cuya sola mención evoca otros tiempos, parecía más un impersonal tren de cercanías.

Los antiguos habitantes habían descuidado las casas, los jardines, los colores..
Los muertos suelen olvidarse de todo el mundo.

El presente amnésico se adueñaba de todo sin esfuerzo, sin lucha. Se advertía una atmósfera opresiva y ciega porque no hay cosa que ocupe más espacio que el vacío. Remolinos de aire rubricaban los golpes de angustia. Caserones semiderruidos, paredes que sujetaban desesperadamente los adornos y enlucidos de tiempos mejores, la línea irregular de una calle recortada en escuadras bajo la luz diagonal de la tarde.

Al fondo, el mar levantaba un telón de nubes denso y oscuro, que cerraba un camino por donde quizá hubiera podido escapar nuestra ansiedad.

Sólo nos quedaba huir al interior de la ciudad nueva, recluirnos en el hotel y tratar de olvidar.

Publicado el miércoles, 25 de mayo de 2005, a las 14 horas y 36 minutos

BIG CITY. En las ciudades grandes el aire huele a goma quemada.
Burrouhgs diría: “ Como un parque de atracciones en llamas”. Un continuo enjambre de aviones y helicópteros que sobrevuelan las laderas de una montaña enorme, con edificios altos peleando por conquistar la cima para hacerla aún más alta.
De vez en cuando, el solar que deja algún viejo edificio derruido revela el esqueleto de un dinosaurio.
En la hondonada de los cimientos de la nueva casa, dos obreros con cascos amarillos comentan:
-¿Por qué se parece tanto a una excavadora?

Publicado el viernes, 20 de mayo de 2005, a las 18 horas y 26 minutos

EVOLUCIÓN. El parque, atestado de gente, embota los sentidos con ese griterío infantil que se desplaza a ráfagas como un desorientado enjambre de abejas.
Hay tres niños por cada adulto. Madres y padres soportan a pie firme las evoluciones de sus hijos. Cada uno de ellos solícito y disciplinado como un mayordomo inglés, atentos a sus necesidades más inmediatas. Disponibles y sacrificables.
Los niños se divierten, pero el tiempo pasa.
En un momento, ese lapso de tiempo que tardas en volver la cabeza al oír un ruido a tus espaldas, transcurren varios años. Los adultos envejecen a gran velocidad. Para los niños el tiempo pasa despacio, a sesenta segundos por minuto.
Los padres parecen pensativos pero sus cabezas no trabajan más que lo estrictamente necesario para favorecer el cuidado de sus hijos. El ruido de la prole vociferante bloquea cualquier otra actividad cerebral. La naturaleza de las crías genera ese tipo de estrategias básicas para la supervivencia.
Los niños se divierten, el tiempo pasa.
Todos los adultos van cayendo muertos uno por uno, como fulminados por una maldición, ante la indiferencia del resto de pobladores del parque. No tardan en convertirse en la arena que moldea los castillos de los juegos infantiles. Los cuerpos que aúnconservan su forma primitiva se desmoronan al menor golpe de palas y rastrillos de plástico. Son diseminados por todo el arenero, transportados de aquí para allá en calderitos de colores, tan pronto acumulada en montoncitos como arrojada al viento, obligada a volar como un fantasma de barro que no tarda en caer vencido a los pies de los columpios.
Los niños se divierten pero el tiempo pasa.
Ahora crecen a ciento veinte segundos por minuto y los juguetes empiezan a quedar abandonados en los límites del parque, como barridos del escenario central, víctimas de nuevas hormonas en la sangre.
Los niños crecen y el tiempo vuela a doscientos cuarenta segundos por minuto. Pasean en grupos observándose mutuamente, primero separados por sexos, después en parejas.
Caminando sobre un piso de arena compactada de tanto ir y venir, de tanto ritual de cortejo, los niños comienzan a pensar en tener sus propios hijos.

Publicado el martes, 17 de mayo de 2005, a las 13 horas y 10 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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