|
|
LA MADRE* DE TODAS LAS RESACAS.. Ayer me bebí muuuchas Bohemia Long Neck (y escribo la cursilada Long Neck y no digo que bebí muchos tercios de Bohemia porque la rubia
–5,07% vol.– contiene 355 mililitros y no 333), precedidas de mi cerveja favorita, la Chopp Brahma, una caña bien tirada, con sus tres dedos de espuma (ahora sí, un tercio del copo), su bajísima temperatura y su fecha de caducidad de diez días (desde que se envasa hasta que se consume, no desde que se sirve hasta que se engulle, lógico).
Pues eso, que hoy, después de dar mil vueltas en un colchoncillo que mis anfitriones habían tendido en el salón, sin poder zamparme un par de alka seltzer siquiera (ya que mi cuarto, donde se encontraba el bayeriano remedio, estaba ocupado por una parejita que se vino ayer a São Paulo para ver a los Pearl Jam), terminé despertándome por culpa de los bocinazos y gritos de la afición. Menos mal que los albinegros jugaban en Goiás, que si no la metrópoli sería un sindiós (evangélico, por supuesto). Cuarto título para el Corinthians y enésimo sufrimiento, el de la resaca, para servidor, que eligiría, como ejercicio de ocio, los siguientes equipos como favoritos:
- San Lorenzo (no, el de Almagro, no).
- Bergantiños.
- Deportivo.
- Roma.
- Boca.
- y, supongo, Palmeiras.
Mostrando su cariño y adhesión a otras formaciones. Léanse:
- Cádiz, Atlético, Celta y Compostela.
- Livorno y Chievo.
- y, en su día, Eibar, pero sólo porque uno de sus directivos me regaló una insignia al finalizar un encuentro de Copa del Rey entre mi segundo equipo y el vasco, lustros ha.
En fin, que la resaca ha sido matadora, pero indigna de récord. Apunte íntimo: ante la carencia de alka seltzer (en el cuarto de la parejita), busqué un paño y, dada la falta de estofa, tiré de calzoncillo blanco, que, después de ser convenientemente humedecido, fue plantado en mi frente, vuelta y vuelta, hasta que conseguí quedarme dormido.
En la calle seguían los petardos, las furgonetas repletas de torcedores en plan Carlinhos, la muy tribal apología del claxon y el día que se esfumaba. Tan mal no estaré cuando escribiendo esto estoy: tengo ganas de, tomándole el comentario a nuestro fiel lector Gareca, hablar del efecto garota, pero no es momento ni lugar. A lo largo (y ancho) de la noche de ayer, tomé las penúltimas notas para la redacción de dicho post, que tengo en la cabeza desde el segundo día que estoy en Brasil.
Por cierto, el amigo de mi amigo secuestrado estaba a varias cuadras de mi bloque, ya que pudo ser localizado a través del seguimiento de las llamadas de su móvil. Terminó siendo liberado, horas después, tras pasar dos veces por caja. Mejor dicho, por cajero. Pero el tema de los secuestros relámpago (o express) también dará para otro post. Sean buenos, no rompan nada y hasta la próxima, riñón mediante.
* Porque madre no hay más que una.
Publicado el lunes, 5 de diciembre de 2005, a las 0 horas y 31 minutos
|