DE MILLONARIOS A MILEURISTAS. En los tiempos de la peseta y de los cinco duros éramos millonarios. Aunque la hipoteca nos estrangulara, aunque compráramos el coche o la lavadora a plazos, nuestro patrimonio se podía contar en millones de pesetas. Y, quieras que no, los kilitos que habíamos conseguido reunir, casi siempre con más esfuerzo del previsto, provocaban que este valle de lágrimas, sonrisas y sustos que acaba siendo la vida nos pareciera más transitable y seguro…
Pero ahora, ay amigo, ¿quién tiene millones de euros? Casi nadie. Bueno, cuatro afortunados, o cuatrocientos, qué mas da, poca gente: los que siempre fueron y serán millonarios, unos cuantos recién llegados al club, los que pegaban patadas al balón en
el Madrid-Barça del sábado y cuatro gatos más.
Ahora, en cambio, somos mileuristas.
Para Carolina Alguacil, la joven que acuñó el término y lo difundió a través de una
carta al director publicada en El País este verano, un mileurista es alguien que se ajusta a este perfil: «
De 25 a 34 años, licenciado, bien preparado, que habla idiomas, tiene posgrados, másteres y cursillos. (…) Lleva entonces tres o cuatro años en el circuito laboral, con suerte la mitad cotizados. Y puede considerarse ya un especialista, un ejecutivo; lo malo es que no gana más de mil euros, sin pagas extras, y mejor no te quejes».
Pero esa definición se podría ampliar. A pesar de que puede definir a una tribu urbana o a un sector de la juventud, la palabra mileurista también puede calificar a la mayoría de la población. Si millonario, según
la Real Academia, es el que posee un millón, o más, de unidades monetarias, mileurista podría ser quien posee un millar, o más, de euros.
Tras el viaje sin retorno de millonarios a mileuristas, sentimos que nuestro dinero vale menos. Pero aparentamos el mismo lustre.