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APARTE DE DEFECTOS. Que es de lo que va esta sección en concreto, también tengo manías. Y fijaciones. Y costumbres extrañas. Pasen y vean.

Por ejemplo, tengo que leer todas las matrículas. Y después de leerlas, sumar sus cifras. Y después, dividirlas por cuatro. Y si no es divisible por cuatro, me cabreo, pero bueno, intento que sea divisible por dos, y después de todo esto tengo que redistribuir las cifras de un hueco al otro, para que la matrícula quede con cuatro números iguales, o en su defecto, con dos y dos.

Buf. Hay más reglas del juego, pero creo que es bastante por hoy.

La cuestión es siempre andar haciendo algo, ya sea física o mentalmente, porque si me paro, puede que piense en cosas importantes de verdad y entonces es cuando me deprimo.



P.D: En próximas entregas prometo hablar de mi manía de imaginarme accidentes.

Publicado el viernes, 20 de enero de 2006, a las 17 horas y 29 minutos

ALEGORÍA DE MI CIUDAD. En la sala de Urgencias del hospital:

- ¡Doctor!¡Doctor! Tenemos un caso de intoxicación general. Todos presentan un cuadro de diarrea aguda, con peligro de deshidratación. ¿Qué hacemos?

- ¿Diarrea aguda? Bien, medíquenlos con el laxante más potente que tengamos.

Publicado el lunes, 16 de enero de 2006, a las 2 horas y 29 minutos

LA PAUSA. Empezando con lo que acabé el otro día, un extracto de "Arrebato":

La primera vez preguntó al director qué sabía sobre la pausa y ante la expresión interrogativa del otro y enseñándole un álbum de cromos le explicó que se refería al instante eterno en que uno se arrebata, desaparece... A esos momentos, frecuentes en la infancia, en que mirando un cromo puede pasar una mañana entera, la eternidad, porque uno está arrebatado.

Como sucede muchas veces, la búsqueda científica y la artística (o poética, o estética, o como se la quiera llamar) en este caso coinciden. Sé que el tiempo tal y como lo conocemos y lo vivimos, dice lo contrario, pero Zulueta tuvo que conocer a Einstein por fuerza.

Tuvieron que compartir alguna que otra charla sobre el contínuo del espacio tiempo, la cuarta dimensión, y demás consideraciones cuánticas. Y no era Albert el que llevaba la voz cantante, sino Iván. Porque era él el que había percibido algo, algo que luego Albert pensaría y lograría entender, pero no había sido capaz de sentir.

Dicen que Einstein no habló hasta ser bien mayor, hasta los nueve o diez años, y que pensaban que era algo disminuido. Cuando le preguntaban después, ya siendo el Gran Albert, él decía que no había hablado antes porque no tenía nada interesante que decir.

Yo creo que sí aprendió a hacerlo pronto, incluso antes de tener un año. Pero se encontró con Iván, y le habló de la pausa. Y quedó arrebatado.

Publicado el sábado, 14 de enero de 2006, a las 1 horas y 42 minutos

TIEMPO. .
(Del lat. tempus).
1. m. Duración de las cosas sujetas a mudanza.
2. m. Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Su unidad en el Sistema Internacional es el segundo.
3. m. Parte de esta secuencia.



Tiene más acepciones, pero por hoy me quedo aquí. El diccionario, que intenta siempre ser preciso, a veces no lo logra. O eso, o yo soy bastante corto (que también, se entienda como se entienda).

Suponiendo lo primero, la definición número tres me llama la atención. La leo y no la comprendo. Es una incomprensión rara, de esas de a puntico. Estoy a puntico de pillarlo, pero me falta algo. Es de esas incomprensiones que atacan a una parte del cerebro que se ve que uso poco.

Ahi conviven los "apunticos", los "porcasis", los "enlapuntadelalengua", y demás variaciones. Se acomoda el actor que reconoces de algún otro lado, pero no logras saber dónde. La persona que te saluda cariñosamente, y no tienes ni idea de quién es. La canción que escuchas y te encanta, pero no consigues que tenga nombre (esta es especialmente graciosa, sobre todo cuando tratas de pedirle al que pone la música "esa canción que dice nananá nananá...").

Todas esas cosas logran quedarse malviviendo en mí mucho tiempo, más del que quisiera, incluso me quitan el sueño.

Me hipnotizan. O, como alguien definió mejor y antes que yo, me arrebatan.

Publicado el viernes, 13 de enero de 2006, a las 1 horas y 17 minutos

AJUSTANDO CUENTAS. Ya he esperado suficiente. Todo un año de hecho. Porque como cada año, Betaville ha hecho su particular recuento de lo mejor del año cinematográficamente hablando. Igual que hizo el año pasado.

Y, como ya le dije, consideré y considero imperdonable que se dejara fuera de la lista, aunque sea dentro de las breves menciones, la película "Olvídate de mí" (originalmente se llamaba "Eternal sunshine of the spotless mind", título que tradujeron palabra por palabra, como se puede ver). Ha llegado la hora de enmendar ese error, pero con creces: yo, el Fotocopiado, Don Nadie por gracia papal (que es casi divina), recomiendo la película.

Debería ahora sacar al crítico de cine que llevo dentro, y hablar de ritmos, armonías, géneros, encorsetamientos, referencias y demás, pero no puedo. Básicamente porque no llevo dentro nada de eso, y debería limitar mi perorata (esta palabra se la dedico especialmente a Betaville, de él he aprendido cosas como esta y muchas más, todas buenas) a malplagiar a mi convecino de bitácora.

Así que ni lo intento, y me limito a recomendar esa película - "Olvídate de mí", no se me distraigan - y todas aquellas donde esté implicado el guionista Charlie Kaufman. Y de paso, a recomendar encarecidamente que me lean a Betaville, por lo menos dos veces al día y sin comer entre horas. He dicho.





P.D: Para los distraidos, en este alarde a la dispersión que hay arriba, trataba de recomendar alguna peli: "Olvídate de mí", "Cómo ser John Malkovich", "El ladrón de orquideas".

Publicado el lunes, 9 de enero de 2006, a las 11 horas y 42 minutos

"AQUÍ NADIE SE VA CON LAS MANOS VACÍAS. Por eso se las cortamos".

Eric Idle, de los Monty Python (cómo no), despedía así un concurso, donde habían participado el Ché, Mao y Karl Marx, y donde éste había perdido el gran premio (un fantástico tresillo no-materialista, por supuesto), tras haber contestado acertadamente preguntas acerca de El Capital, pero haber fallado una de fútbol.

Es así, cada vez más. No hay sitio para los que pierden. Un gran campeón de algo dijo alguna vez que el segundo en realidad era el primer perdedor. Y es cierto. No hay sitio para la filosofía (ni para los filósofos; los Monty tenían predilección por los ideólogos comunistas, pero también por los clásicos griegos y los pensadores alemanes), y mucho menos para los que no son ganadores.

Hace unos años me reía mucho cuando en las pelis americanas se decían perdedor y cosas de esas. Incluso un amigo vivió en primera persona esa especie de reto clásico americano donde le incitaban a hacer algo, y si no era un gallina (él quiso hacerse una foto con su retador para enseñarla cuando volviera aquí, pero no pudo ser). Ahora me río bastante menos, porque cada vez es más real el pensamiento simplista, pero avasallador y único, de "o primero o nada".

Y yo, que me conformo con acabar la carrera o con jugar un partido entretenido, empiezo a tenerlo mal.

Publicado el jueves, 5 de enero de 2006, a las 18 horas y 09 minutos

AÑO NUEVO. Huérfano, sin una mísera rima que llevarse al seis, viene este año nuevo que estamos estrenando tal que ahora. Cargadito de las mismas cosas que el año anterior, y alguna más. Bendecido por el mismísimo Papa Ratzinger (me gustaba más Papa Wojtila, cuestión de gustos), aunque sólo bendecido en parte, porque aquellos que no creemos en Dios no somos ná ni naide.

La noticia que supongo oí de refilón semidormido, con la radio pegada a la oreja en una de esas noches que se hacen días sin que me dé cuenta, venía a decir eso, que todo empieza por ver a Dios y acercarse a él, y que si no nada de nada. Pues voy fatal, sigo sin verlo, pese a mi estado de vigilia y de conciencia alterada, ideal para llegar más fácilmente al éxtasis.

Y yo que me alegro. He subido de graduación, y ascendido por el mismísimo Papa. Hasta ahora era un miserable don nadie, un cero a la izquierda, un mojón en una carretera de tercera. Y este año sigo siéndolo, pero gracias a mi condición de no creyente, soy un don nadie oficial, reconocido por SuSan, Su Santidad Benedicto.

Supongo que dadas las circunstancias y a partir de ahora, podéis llamarme Nadie, Don Nadie.



Feliz año.



P.D: ¿Bendecido?¿Bendito?¿Benedicto?¿Admitiría Dios hacer un bis y volver a levantar a Lázaro, pero esta vez a San Lázaro Carreter, para que me guiara por la senda correcta de la ortografía y la gramática?

Publicado el martes, 3 de enero de 2006, a las 3 horas y 07 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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