EN EL METRO. Entro en Avenida de América, en el último vagón. Me coloco en una esquina. A mi derecha, agarrada a una barra, una rubia veinteañera lee a
Primo Levi, un escritor y científico judío que pudo contar cómo sobrevivió en Auschwitz; a mi izquierda, apoyado en la pared, un cuarentón rapado abre un libro que, si no recuerdo mal (no lo he encontrado en la web del
ISBN), se titula
El comandante del III Reich. En la contraporada aparece una esvástica. Bajan en Prosperidad.