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FOR SALE. Lo de mi comunidad de vecinos está tomando tintes de drama, y cada día estoy más seguro de que el guionista de “La matanza de Texas” fue, como yo, Presidente de su jodida comunidad, y que aquel grupo de adolescentes incautos que van siendo masacrados en la peli, no eran otra cosa que la proyección literaria de sus putos vecinos; y el tipo aquel de la sierra mecánica asesino en serie, él mismo disfrazado de Justicia.
Y si no fuera así, en cualquier caso, como digo, lo de mi comunidad, mi presidencia, este marrón que me ha caído encima, empieza a afectar a mi rutina, a mis nervios, a mis pacíficas resacas, y no descarto que acabe el asunto en un Apocalipsis que ya quisieran para su labor de oposición y delirio nuestros simpáticos Populares.
Porque nada funciona: Cuando no se inundan los trasteros se atascan las putas cañerías, se funden las bombillas de los descansillos, se jode el ascensor, te llama el perito o se presenta en tu casa a cualquier hora un vecino pidiendo cualquier cosa menos sal, o cualquier otra mierda de esta índole, y aquí el menda responsable de solucionar todo esto soy yo, no hay otro, todos los vecinos buscan al cabrón del séptimo izquierda, a Eddi Vansi, y como mucho encuentran a la pobre Marta, que les remite a mí, y que también está hasta los cojones.
La presión y la neurosis empiezan a ser insoportables.
Joder, sin ir más lejos, cansado de que cada vez que me encuentro a un vecino me dé la murga con esta historia, entro y salgo del portal a hurtadillas. Me escondo menos por cobardía que por hastío. A veces lo pienso, y parece que, en lugar de llegar a mi casa, llego a robar a mi casa. Cuando llaman a la puerta no abro. Nunca. A nadie. Cuando estoy en casa y oigo voces en la escalera, me sube un sobresalto por el pecho y pego la oreja a la puerta a ver qué pasa, capaz de escaparme por la ventana si fuera preciso. Cuando salgo de casa miro antes por la mirilla a ver qué se cuece afuera. Ya no coincido con las vecinas estudiantes. Algunos vecinos me han pillado por banda en mitad de la calle y me han pedido los recibos.
- ¿Qué recibos?
- Los de la comunidad, joder. ¿Qué recibos van a ser?
- Es la primera noticia. No tengo ni puta idea.
- Me faltan los de Enero, Febrero y Marzo.
- Ya les dije que no me eligieran.
- Usted va a acabar en la cárcel.
Y no sé, pero creo que hasta estaría más tranquilo y más seguro en ella que en este jodido edificio.
Y, bueno, así con todo.
Hace una semana convoqué una reunión extraordinaria con mi dimisión como único punto en el orden del día, pero no hubo manera. Se repitió más o menos la misma historia que cuando me eligieron presidente, más o menos los mismos epítetos, las misma hiel escupida por las mismas bocas. Que me pague un administrador. Que me llevan a juicio. Que me joda y baile.
Sólo Hortensia, la abuela más vieja de la comunidad, habló un poco a mí favor, gritó algo así como que pobre hombre, y no dejó de guiñarme su ojo izquierdo como si tuviera un tic y de decirme, al acabar la reunión: “Hermoso mío, ven a casa y yo te explico cómo tienes que hacer todo esto”.
En fin, que tengo que ponerme las pilas, o liarme a hostias.
La cosa está en ese punto.
La casa está a punto de derrumbarse.
Así que vendo piso, o compro sierra mecánica.
Publicado el lunes, 27 de marzo de 2006, a las 23 horas y 08 minutos
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