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www.bestiario.com/eddivansi
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UN TÍTULO. Estoy buscando una mierda de título que poner encima de lo que van a ser mis notas, una buena frase en la que encajen mis ajustes y mis desvaríos, mis hallazgos y mis pérdidas y mis búsquedas, que suelo escribir.
Pero no sale. El hijoputa del título brillante no sale ni aunque le den dos hostias. Y yo dándoles largas a la gente del Bestiario, que sí, que quizá mañana, que estoy en ello...; pero en mi libreta sólo apunto títulos de esos de segunda mano que no me convencen, que me suenan a Allen o a Bukowski o a Cortazar.
Ponte un trago, Eddi Vansi. Dale un tiento a esa botella, anda. Relájate. Nadie tiene la culpa de que seas un canalla venido a menos, con las neuronas al fondo de un vaso vacío. Después de todo un título no puede ser algo tan difícil.
Me enciendo un cigarro, a ver si el humo.
Le doy otro tiento a la botella.
Miro al techo.
Me gusta esta pose, verme así, tal cual soy. Tal como siempre me ha gustado ser. Con mi botella y mis cigarrillos. Con mi máquina de escribir y mi barba de dos días de fiesta, mirando por entre el humo a ver si cazo algo con pinta de buena idea.
Me gusta mi jodida imagen de perdedor que no tiene donde caerse muerto mascando un texto que no me sale. Y eso que fracasar no es tan fácil.
Echo otro trago.
Y otro.
Al menos que la inspiración me pille borracho.
Y otro.
¿Y dónde estará Cleo? ¿Por qué al final de las botellas aparece siempre? ¿A quién se habrá jodido esta noche? ¿Me estará buscando como yo la busco, huyendo de ella? ¿Me comparará con cada hombre como yo la comparo con cada hembra que me follo? Su coño pelirrojo, su boca con el pintalabios corrido llena de mi sexo, ¿valdrían como título?
Pues es lo que busco, por encima de todo.
Publicado el lunes, 14 de noviembre de 2005, a las 11 horas y 28 minutos
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EL DIABLO, ESE JODIDO VECINO. En un renuncio de estos, lo mismo me da por pensar. Por pensarme. Por tomarme en serio. Por rehacerme y encontrar al menos el punto de partida.
Mientras tanto Cleo, que no está, me sostiene. Su búsqueda. Creerla dentro de mi mundo. Follármela otra vez y cerrar todas las puertas para que no pueda irme.
Y el resto son pamplinas. El trabajo, mi mujer, mis colegas. Todo son excusas para sobrevivirme. En realidad el resto del mundo no me importa una mierda, ni doy un duro por nadie. A veces siento un odio tan profundo por todo lo humano que me da hasta miedo, y escupo por el colmillo al paso de cada bípedo que me cruzo por la acera.
Este eres tú, Eddi Vansi. Un jodido cobarde; de esos entusiastas que viven porque no queda otro remedio.
A todos esos autores librepensadores con los que me enfrento en mi trabajo me gustaría verles nadando en mi desidia. Perdiendo como yo pierdo. Embarcados como yo en un sin rumbo que ya no me llega ni a marear.
Quiero ser como ese jodido Loriga, y tener a esa mujer que él tiene para mí todas las noches: a mis órdenes, subyugada; la quiero sumisa convencida bajo mi mando.
A mí no me hace falta esa pantomima de poeta maldito de los noventa. Ni el pelo cayendo sobre mi frente. Ni la cara de expresidiario forrado que pasea como quien no quiere la cosa.
Porque estoy de vuelta de todo, porque el infierno está justo en mi esquina y me tomo un café con el diablo cuando me aburro en casa.
Odio a ese jodido escritor, le odio con toda mi envidia. Toda su obra es una mierda. Desde su primera hasta su última palabra me parecen vómitos sacados de la ultratumba.
Pero él es: y divaga sobre esto y aquello en tertulias de snobs sabiéndose reconocido y respetado por todos.
A mí solo me interesa ya joderme a su señora.
Y, de paso, poder decirle a la cara que cualquiera de sus textos me sirve todas las mañanas para enrollar un buen cartucho de churros.
Que se joda.
Publicado el miércoles, 16 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 37 minutos
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CLEO. Ella tiene una sóla virtud: folla como nadie. Puedo jurar que es suficiente. El resto no son sino manías y engorros.
No recuerdo bien qué coño nos llevó a compartir cama aquella noche, de dónde veníamos o cuánto habíamos bebido, pero sí recuerdo la mañana siguiente.
La puta resaca. Su perfume. El pelo de Cleo sobre mi cara. Entreabrir los ojos y encontrármela ahí, dormida aún, y mirarla. Y cómo al respirar sus pechos pequeños subían y bajaban como tímidos globos.
Recuerdo que se levantó antes que yo, que me empeñaba en hacerme el dormido, y que al verla de pie, tan desnuda, frente al espejo de esa habitación desconocida, supe que, por más que ya estaba jodidamente enamorado de ella, nunca sería mía.
De nadie, serás de nadie, como no fuiste de mis putos besos, pensé, fusilando al cabrón de Neruda.
Y la observé desenvolverse sola. La vi acercarse hasta la cama, agacharse para recoger sus bragas blancas. La vi ponérselas: primero una pierna, luego otra. Le quedaban demasiado grandes, pero aún así me gustaban, me excitaban sobre esa piel tersa.
Se inclinó justo por encima de mí como intentando alcanzar algo. Uno de sus pezones rozó mi nariz. Me puso cachondo. Me dieron unas ganas terribles de follármela, pero ella tenía en mente su sostén. Su puto sostén. Lo cogió. Y allí, silbando una tonada que se inventó sobre la marcha, se lo puso.
Luego tomó del suelo un vestido de gasa blanca, se lo puso también, rebuscó de nuevo debajo de la cama y se calzó unas sandalias.
Se sentó a mi lado, y sus grandes ojos azules se clavaron en mi frente. Me besó, la muy puta me besó como si fuera mi madre.
Y yo allí, imbécil cotidiano sin poder apenas moverme.
Su bolso colgaba de una percha situada justo al lado del espejo.
Lo cogió, y sacando del mismo una especie de abrecartas de madera, amontonó su cascada roja en un moño perfecto.
Abrió la puerta y se fue.
Y allí me quedé yo, tumbado en esa cama de no sé quién y con el jodido olor a lilas que desprendía aquella mujer con la que había follado sin tregua la noche de antes.
Segundos antes de dormirme me acordé de su cuerpo leve, de sus manos pequeñas, de su pelo rojo y de lo bien que la chupaba, y pensé que aquella hembra era mucha hembra para mí.
Publicado el viernes, 18 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 35 minutos
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SUSANA LA BOHEMIA. Tengo por costumbre no informarme de lo que ocurre más allá de mi calle, de mi bar o de mi casa. No hago ningún esfuerzo por enterarme de lo que ocurre en el jodido mundo. Hace años entendí que era inútil preocuparse por las putas noticias que nos cuentan los periódicos, que para qué saber de las trifulcas políticas, si todo el pescado está vendido y sólo me ponen de mala leche.
Ya que no puede pararse el mundo para que yo me baje, y que voy a rastras, al menos el desprecio, me dije, de viajar en él sin saber a dónde vamos, ni quién coño es el puto revisor, o el guardagujas, o el maquinista. Que me lleven donde quieran estos cabrones. Que se coman o se maten entre ellos. Que jodan al mundo, como lo hacen. Que les jodan.
Sin embargo, da igual que intentes esconderte, da igual que no te importe una mierda la “actualidad” política; siempre hay algo, siempre hay alguien, en algún lugar, que te da cuenta de lo que se cuece, y pretende hacerte partícipe de su encabronamiento.
Muestra de ello, Susana, “La Bohemia”. Ella no falla. Esta mujer, que ronda la eternidad, y que pasó de vender pipas en un chamizo al frente del cine Callao, a usar el bar donde trabajo como residencia, casa de empeños y Parlamento en el que ejercer sus discretas dotes de oradora, se empeña, todas las mañanas, en tenerme al tanto de lo que ocurre por ahí.
- Y ahora los curas en la calle –me dice esta mañana, aunque lleva meses diciéndomelo-. Quién los ha visto y quién los ve... No, si a mí no me parece mal que se echen a la calle, que bastante tiempo han estado disponiendo a su antojo en la sombra... Ya era su hora, joder. Que se jodan y se vayan a chillar, como el resto del populacho, a la puta calle... ¿No lo crees así, Eddi Vansi?
- Sí Susana, claro que lo creo así. Pero me importa un carajo.
Mientras los coletazos de la última mani eran comentados por los presentadores de los telediarios, el Estatut perdía puntos como noticica terrible, lo del Madrid – Barça era historia y pasaba el 20-N dentro de la cotidianidad madrileña, la Bohemia seguía cabezoneando entre trago y trago de orujo.
- Jodido Eddi Vansi, esto no tiene arreglo... ¿Que se quieren independizar los catalanes? ¡Que lo hagan, coño!; total, cualquiera en sus cabales querría salir corriendo de este país. Pero eso de que la Iglesia coma del Estado no tiene nombre, porque es que nunca tienen bastante estos tíos. No les basta con tener a las familias más ricas de España detrás de sus altares, no; encima quieren subvenciones del Estado. ¡Más dinero para las pensiones, coño, es lo que hace falta; que con la mía sobrevivo de milagro...!
- Susana, si usted vive aquí, no me joda -le contesto con desgana-. Lleva comiendo gratis desde que la recuerdo. Y si no duerme en esta banqueta es porque al jefazo no le trae a cuenta un adorno de su tamaño.
A Susana le gusta reír, y lo hace a grandes carcajadas. Y de paso, enseña una boca tan asquerosa que me da verdadero pavor pensar que cualquier parte de mi cuerpo tuviera que meterse en ella.
- Jodido Eddi Vansi. No sé qué pintas en este antro.
- Tiene sus momentos buenos, no crea. En ningún otro sitio encontraría a otra mujer tan coñazo como usted, Susana.
- Si tú hubieras visto esa época en la que pensar era lo cotidiano, la libertad la bandera... Y luego el hijo de puta del Caudillo lo jodió todo. Y lo digo en alto, para que se enteren... Hijo de puta...!
- Susana, baje usted el volúmen que no le pongo otro orujo.
- Tantos años de silencio Eddi Vansi, no me jodas con que calle otra vez... En aquellos días...
Y de nuevo Susana comenzó a relatarme lo que había sido y lo que fue, lo que el tiempo hizo de su España y, por tanto, de ella...
Pero a mí ya no me interesaba nada de eso. Ni siquiera que el Madrid hubiese perdido ridículamente.
Me preocupaba más pensar en cómo sobrevivir otro día a Marta sin poner, en cada uno de sus gestos, los gestos de Cleo.
Publicado el lunes, 21 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 40 minutos
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DESAYUNO CON PALABRAS. Hay un puto día en por fin que te cansas de bailar al son de nadie, sobre todo porque no has hecho más que eso desde el día en el que te enseñaron a bailar.
Que estoy harto de pisar y que me pisen, le dices al espejo con cara de póker. Que ya es hora de que bailes solo, de que tires por la calle de en medio y que ahí me las den todas, te dices. Este eres tú, Eddi Vansi. Mírate bien. No hay más jodida cera que la que arde. Que le den al qué dirán. Con esta cara de pareja de doses tienes bastante y desde hoy, amigo, desde hoy ningún mierdero va a tocarte los cojones. O sí, porque es inevitable y el mundo está lleno de hijos de puta; pero que al menos que por ti no quede.
Y te afeitas. Te pegas un corte de espanto justo debajo de la nariz porque estás pensando en otras cosas, en que pare la música, en que hagamos de nuevo las parejas y suba al escenario Miles Davis.
Por ejemplo.
Entonces sí bailo.
Y si no ponen mi música, que me pongan una birra mientras tanto, que yo espero. Hace tiempo que no tengo prisa. La paciencia debe ser como la virtud de los cobardes, y yo no soy otra cosa que eso.
Desde ese día no me importa lo que los demás esperen de mí, por más que sé que nada bueno, y por más que me parezca increíble que de mí se pueda esperar algo.
Y no es que salgas a la calle siendo otro, no; sino que el que sale a la calle por fin eres tú mismo.
Esta frase se merece un buen trago, aunque es mentira.
Y un pitillo.
Y unos segundos de mirar al vacío y echar el humo como si fuera un pequeño dios de andar por casa.
Publicado el miércoles, 23 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 36 minutos
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SE BUSCA. Busco a ese cabrón que me dejó tirado una noche de Noviembre de 1984 en la esquina de Plaza Nueva, a ese bastardo que, la noche antes de que me marchara a Madrid, prefirió meterse en el coño de Cleo a venirse conmigo a tomar la penúltima cerveza.
Ahora, al cabo de los años, aprovecho para decirte, gran cabronazo, que te echo de menos, Ismael.
Que las últimas hazañas que me contó Pablo fueron hace demasiado tiempo.
Que sé que sigues viéndola, que no te suelta, que te follas sus noches en vela, y que no te lo perdono.
Pero que yo haría lo mismo.
Y ojalá que aquella noche el orgasmo te hubiera durado más que los años de abstinencia que llevabas.
Porque eres el mamón al que más quiero.
No creo que Granada se suicide si te vienes unos días por el foro.
Mientras tanto, díle que ya he aprendido a esperar su vuelta.
Publicado el lunes, 28 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 46 minutos
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