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SUSANA LA BOHEMIA. Tengo por costumbre no informarme de lo que ocurre más allá de mi calle, de mi bar o de mi casa. No hago ningún esfuerzo por enterarme de lo que ocurre en el jodido mundo. Hace años entendí que era inútil preocuparse por las putas noticias que nos cuentan los periódicos, que para qué saber de las trifulcas políticas, si todo el pescado está vendido y sólo me ponen de mala leche.
Ya que no puede pararse el mundo para que yo me baje, y que voy a rastras, al menos el desprecio, me dije, de viajar en él sin saber a dónde vamos, ni quién coño es el puto revisor, o el guardagujas, o el maquinista. Que me lleven donde quieran estos cabrones. Que se coman o se maten entre ellos. Que jodan al mundo, como lo hacen. Que les jodan.
Sin embargo, da igual que intentes esconderte, da igual que no te importe una mierda la “actualidad” política; siempre hay algo, siempre hay alguien, en algún lugar, que te da cuenta de lo que se cuece, y pretende hacerte partícipe de su encabronamiento.
Muestra de ello, Susana, “La Bohemia”. Ella no falla. Esta mujer, que ronda la eternidad, y que pasó de vender pipas en un chamizo al frente del cine Callao, a usar el bar donde trabajo como residencia, casa de empeños y Parlamento en el que ejercer sus discretas dotes de oradora, se empeña, todas las mañanas, en tenerme al tanto de lo que ocurre por ahí.
- Y ahora los curas en la calle –me dice esta mañana, aunque lleva meses diciéndomelo-. Quién los ha visto y quién los ve... No, si a mí no me parece mal que se echen a la calle, que bastante tiempo han estado disponiendo a su antojo en la sombra... Ya era su hora, joder. Que se jodan y se vayan a chillar, como el resto del populacho, a la puta calle... ¿No lo crees así, Eddi Vansi?
- Sí Susana, claro que lo creo así. Pero me importa un carajo.
Mientras los coletazos de la última mani eran comentados por los presentadores de los telediarios, el Estatut perdía puntos como noticica terrible, lo del Madrid – Barça era historia y pasaba el 20-N dentro de la cotidianidad madrileña, la Bohemia seguía cabezoneando entre trago y trago de orujo.
- Jodido Eddi Vansi, esto no tiene arreglo... ¿Que se quieren independizar los catalanes? ¡Que lo hagan, coño!; total, cualquiera en sus cabales querría salir corriendo de este país. Pero eso de que la Iglesia coma del Estado no tiene nombre, porque es que nunca tienen bastante estos tíos. No les basta con tener a las familias más ricas de España detrás de sus altares, no; encima quieren subvenciones del Estado. ¡Más dinero para las pensiones, coño, es lo que hace falta; que con la mía sobrevivo de milagro...!
- Susana, si usted vive aquí, no me joda -le contesto con desgana-. Lleva comiendo gratis desde que la recuerdo. Y si no duerme en esta banqueta es porque al jefazo no le trae a cuenta un adorno de su tamaño.
A Susana le gusta reír, y lo hace a grandes carcajadas. Y de paso, enseña una boca tan asquerosa que me da verdadero pavor pensar que cualquier parte de mi cuerpo tuviera que meterse en ella.
- Jodido Eddi Vansi. No sé qué pintas en este antro.
- Tiene sus momentos buenos, no crea. En ningún otro sitio encontraría a otra mujer tan coñazo como usted, Susana.
- Si tú hubieras visto esa época en la que pensar era lo cotidiano, la libertad la bandera... Y luego el hijo de puta del Caudillo lo jodió todo. Y lo digo en alto, para que se enteren... Hijo de puta...!
- Susana, baje usted el volúmen que no le pongo otro orujo.
- Tantos años de silencio Eddi Vansi, no me jodas con que calle otra vez... En aquellos días...
Y de nuevo Susana comenzó a relatarme lo que había sido y lo que fue, lo que el tiempo hizo de su España y, por tanto, de ella...
Pero a mí ya no me interesaba nada de eso. Ni siquiera que el Madrid hubiese perdido ridículamente.
Me preocupaba más pensar en cómo sobrevivir otro día a Marta sin poner, en cada uno de sus gestos, los gestos de Cleo.
Publicado el lunes, 21 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 40 minutos
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