|
UNO. Yo no soy un escritor maldito, entre otras cosas porque ni sé lo que eso significa exactamente, ni sé los requisitos que uno debe cumplir para que le adjudiquen esa etiqueta de mierda que, como todas, por otra parte, sólo señala el precio, y no el valor.
Y a día de hoy yo no estoy en venta o, lo que es lo mismo, aún no han acertado con mi puto precio justo.
Yo ni siquiera soy un escritor, porque apenas escribo, porque yo no vivo de esto y me puedo permitir estas licencias. Porque no tengo esa disciplina que tendría que tener, coño.
Yo lo que soy es un vago reconocido, con todas las letras y todo el fracaso que conlleva, y todo su cinismo.
Yo no busco, y a veces ni encuentro. Y tampoco me hace falta.
Y casi siempre me basta con media botella de Tanqueray para que el mundo me importe un carajo, con toda su literatura y su oropel.
Y a veces no tengo bastante con nada y me sueño que soy el mejor escritor del mundo.
Y es entonces cuando me bebo el resto de la botella y me pregunto qué coño estoy haciendo en un puto bar sirviendo cafés y repatriando borrachos, y no escribiendo como un cabrón día y noche, como se supone que lo hacen los grandes, los que ven sus libros en la sección de novedades, y se quedan tan panchos publicando mierda y media una vez al año.
Sí, coño. Soy capaz de hacer lo mismo, me digo, no puede costar tanto.
Y me pregunto qué me impide llegar a la puta cima de este mundejo.
Y la escalada se me antoja como el ascenso al Everest en manga corta.
Y ojalá me encuentre algún bar en el camino.
Publicado el sábado, 30 de diciembre de 2006, a las 20 horas y 32 minutos
|