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MINUTOS MUSICALES. Sólo soy constante en mi inconstancia, y así me luce el pelo. Pero con la música, como con la bebida, es como si fuera otro hombre, y me preocupo y me informo, y me busco la vida para conseguir tal disco de tal tipo si me han dicho que está de puta madre, o me paso las horas mirando como un gilipollas el e-mule para bajarme la rareza más inencontrable de Boris Vian.

De hecho, de las personas que me rodean me interesa mucho la música que escuchan. También sus lecturas, su corazón, su forma de gesticular o su sintaxis; pero más sus canciones, y casi diría que la música que les gusta también tiene que ver en que me importen.

No llego al punto de retirar el saludo a nadie porque le gusten los jodidos Rammstein, o cualquier baratija de esas que se bailan en las discotecas hasta el culo de vete tú a saber qué; pero sí me da una idea de cómo es una persona según la música que le gusta, y así, hace que me acerque o me aleje más de ella, como si fuera una jodida pista que me condujera siempre a acertar.

Nunca me hubiera casado con Marta si, además de estar borracho cuando consentí el asunto, no estuviera enamorada de Schubert, o no se hubiera interesado con afán maníaco por Miles Davis, o no aborreciera, como yo, el hit parade.

Ismael no sería tan amigo mío si no hubiéramos devorado juntos, cuando éramos jóvenes, la discografía de Dylan, de Lou Reed o de Tom Waits, por poner ejemplos que unen para siempre.

O Cleo no sería mi Cleo si no me hubiese descubierto a Krahe en aquellos años de movida.

Soy así de melómano o de imbécil, que nunca se sabe, y que a mí me da lo mismo, porque disfruto que te cagas.

- Es el disco más triste del mundo –me dijo, en fin, Isabel, allá por el verano, en su piso de Granada, ofreciéndome un cd grabado minutos antes de que nos despidiéramos-. No sé por qué te lo doy pero, joder, Eddi, es que creo que tú también debes oírlo.

Y me lo alcanzó con una cara de interrogación que no supe bien como encajar.

Isabel es una buena amiga, de las pocas mujeres en quien tengo plena confianza. Si no he hablado antes de ella es por mi pereza y mi desmemoria, pero esta jodida mujer es importante en mi vida, por más que nos veamos de cuando en cuando y a veces casi nunca y apenas nos llamemos por teléfono. Nos unen, no sé, ciertas ideas, ciertas dotes artísticas (hace unas acuarelas de puta madre), ciertos desacuerdos, muchas conversaciones etílicas, y la música, claro, la jodida música.

Cogí el cd que me estaba dando, le di las gracias en plan autómata, y me la quedé mirando perplejo.

- Isabel –le dije-. Es el disco más triste que has escuchado nunca... ¿y me lo regalas?

- Ya...

- Así, ¿quién quiere enemigos?

- Es que este cd está hecho para ti.

- Eso... Eso es una prueba de amor, no me jodas... El jodido disco más triste del mundo…

- Se llaman Antony and the Johnsons, y el disco “I am a bird now” –me dijo así de carrerilla-. No sé mucho de ellos. Me lo han pasado hace poco. Son americanos, me parece; y el tal Antony, si es que es él, tiene una voz maravillosa.

El cd se quedó en mi coche medio olvidado durante mucho tiempo, un poco adrede, a qué negarlo. Joder, es que es difícil encontrar el momento adecuado para escuchar un disco con esas credenciales. Ninguno parecía bueno para decirse: “…ahora que estoy así, o asá, y no tengo nada a mano para suicidarme, voy a escuchar el disco más triste del mundo...”

Coño, cualquiera se atreve.

Pero, bendita la hora en que lo hice.

Recuerdo que iba conduciendo. Volvía de no sé dónde por la autovía de Barcelona camino de Madrid.

Iba yo solo y era de noche.

Conduciendo en una recta interminable de pronto me acordé, parecía que era el momento, que ya daba igual si Madrid quedaba cerca o lejos, o que en la próxima curva diera un jodido volantazo que me dejara en vía muerta, puse el cd y sonó esa gente, Antony and the Johnsons...

Y el puto viaje ya fue por otras carreteras, otras compañías y paisajes: los campos de algodón traídos a mi coche, los coros de las iglesias, las aceras de Nueva Orleans, el lamento borracho de los bluesman en sus tugurios de mierda, todo lo que es la jodida esencia de la música negra allí conmigo, en ese disco que me acompañará siempre, y que me dejó al borde de mi acera con la sensación de ser más libre.

Por todos los dioses del puto Olimpo... ¿De dónde había salido esa voz tan antigua? ¿Y qué más da que sea triste?

¿Quién coño dice que no se hace música ahora mismo?

Joder, ¿habéis escuchado esto?

Publicado el domingo, 24 de diciembre de 2006, a las 18 horas y 40 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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