VAMOS A PLUTÓN. El último planeta del sistema solar. En la lista escolar aparecía al final: Urano, Neptuno y Plutón. El de la órbita rara rara, el pequeño planeta con su satélite Caronte, el único que todavía no ha sido fotografiado por los satélites. Ahora la NASA (que tiene algo de navarro en la terminación) lanza su misión espacial hacia esas latitudes para saber de una vez por todas qué aspecto tiene el planeta heladísimo.

Descubierto en 1930 por los chicos del Observatorio Lowell, enseguida se aprestaron a elegir un nombre adecuado. La viuda de Lowell, Constanza, sugirió que se llamara (claro) Constanza. En esas, al otro lado del Atlántico, en Oxford, un abuelo lee a su nieta de once años la noticia del descubrimiento. La niña, muy seria, no duda: el nuevo planeta debe llamarse Plutón, como el dios subterráneo. ¿Qué tenía que ver lo subterráneo con lo espacial? Nadie reparó en esa contradicción, y el nombre enseguida hizo furor. El abuelo habló con un astrónomo amigo, que telegrafió al observatorio Lowell. La sugerencia, aunque inglesa, fue increíblemente aceptada.

Hoy la niña tiene 87 años. Se llama Venetia Burney y aún recuerda aquella conversación antigua con su abuelo.

También podía haberse llamado Plutón Venetia, digo yo.

Quiero ir a Plutón.