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DOS. Y mientras tanto...

- ¿Tú cómo ves la botella, Eddi Vansi...? –me preguntó la otra tarde un cliente en horas bajas-. ¿Medio llena o medio vacía?

- Doble, joder –contesté sin muchas ganas-. La veo doble.

Publicado el jueves, 11 de enero de 2007, a las 0 horas y 20 minutos

REGALO DE REYES. Marta, como una cría, espera todos los jodidos años al día seis de enero para sorprenderme con algún regalo de reyes, por más que le haya dicho millones de veces que yo no paso por el aro de esas tonterías, y que el mejor regalo que nos puede hacer un rey es abdicar, qué coño; pero a ella no le importa mi mal humor ni mis invectivas, e invariablemente esa mañana se levanta, me despierta, me mira, sonríe, me dice con voz como de arcángel con resaca:

-Ven Eddi Vansi, tengo un regalo para ti.

-Pero..., Marta... –balbuceo, recién llegado al mundo de los vivos.

-Ya sé... Ya sé... –me dice irónica, mirándome como si estuviera enamorada-. El mejor regalo de los reyes es que etcétera...

Y se ríe, la cabrona. Y yo. Y me doy cuenta de que no tengo nada para ella, como es costumbre.

Y, como siempre, da igual, porque ella ya lo sabe, tampoco espera nada, y sigue sonriendo.

-Ven, venga, coño... Levántate...

Confío en mi suerte para no recibir una corbata con la que poder ahorcarme, ni un bote de colonia que no voy a usar, por muy cara que sea o por mucho que le guste a Marta. Tal vez un jersey tras el que escarchar otro invierno. O un libro de autoayuda para acabar de joderme. O una botella de Tanqueray para poder emborrachar a este dos mil siete, si se deja.

Me conduce hasta esa habitación llena de nada donde decimos que tenemos algo, y me planta, literalmente, delante del ordenador.

Lo enciende.

Conecta Internet.

Suelta una carcajada que suena hasta tétrica.

Mi asombro va en aumento. Ni siquiera me he lavado la cara, y no sé qué coño hago sentado delante del ordenador esperando un regalo de reyes. ¿Saldrá alguna divinidad en pelotas para alegrarme la mañana?

-¿Me has suscrito a Private, Marta? –le pregunto, intrigado.

-Cállate, anda...; y espera un segundo.

Abre la página web del 20 minutos, la pestaña de los Premios Blogs, y me dice:

-Este es tu regalo, Eddi Vansi. Te he apuntado al jodido concurso de blogs del 20 minutos.

Marta y sus regalos.

-No me jodas, Marta.

Me sostiene la cabeza entre sus manos, me mira risueña, me planta un beso de cine, un beso largo y dulce que acaba por ponérmela tiesa.

-Tú nunca te habrías apuntado, Eddi –me dice- Lo sabes. Y cuando lo vi, pensé que no estaría mal que concursaras.

-Los concursos son una merienda de negros, Marta. Y ya sabes cuál es mi suerte.

-Lo sé. Y sé que escribes de cojón, que no tienes nada que envidiar a nadie, y que por qué no puede sonar la flauta, coño.

-Como quieras, Marta. Me he quedado un poco a cuadros, perdona; pero está bien, sí...

-Lo he hecho con todo el cariño del mundo, Eddi...

-Muchísimas gracias, de veras... –y sonrío, y me levanto, y me acerco a unos centímetros de ella- Ahora... Oye... Que lo que más me ha gustado es el beso en el que venía envuelto...

-Sólo piensas en lo único, Eddi Vansi.

-Dame otro, anda...

Y nos dimos, vaya si nos dimos. Allí mismo, en la puta alfombra. Como si fuera la primera vez que echábamos un polvo. A saco. Un regalo de Reyes que te cagas.

Publicado el domingo, 21 de enero de 2007, a las 11 horas y 48 minutos

EDDI VANSI S.L.. Ahora en el puto invierno, el bar, por las tardes, termina de perder el escaso brío que tiene de costumbre, y a partir de las siete y media, que ya es de noche y hace un frío del carajo, se puede decir sin complejos que no entra ni Dios, si exceptuamos a algún despistado aterido, o tomamos por diosa a Susana La Bohemia, que no es que entre en el bar, sino que nunca sale.

A veces hablamos un rato los dos, y las más, yo me hago el loco porque a mí me gusta hablar lo mínimo cuando voy sobrio, y prefiero perderme en mis cosas y mis mundos.

Fue por eso, tal vez, que me dijo la otra tarde:

- Eddi Vansi... ¿Sabes?... Eres el tío más solitario que he conocido nunca.

- Vaya... –contesté bien jodido-. ¿Me lo tomo como un cumplido, Susana?... ¿A qué cojones viene eso?

- No te lo tomes a mal, gruñón; que eres un gruñón –así, con toda confianza- Por nada. No sé... Vengo aquí tantísimas tardes y tú siempre pareces estar metido en una puñetera burbuja, en tu jodido mundo, como si no te rozara nada de lo que te rodea...

- Ya –la interrumpí-... Eso es el orujo, joder.

Pero no es el orujo.

- ¡No es el orujo, coño! –gritó indignada- Es que llevo una hora y media aquí y apenas nos hemos dirigido la palabra.

- Locuaz no soy, desde luego, y eso ya debería usted saberlo.

- No te gusta la gente, Eddi Vansi. Eso es lo que te pasa.

- Me gustan las personas, algunas, a veces.

- Ya...

- Y a solas.

- Eres un perro verde...

- No tenga pena por mí, Susana, que yo tampoco la tengo.

Porque aunque a veces me espanto de lo solo que estoy, y me descubro en el espejo a primera hora como un jodido canalla bien jodido, y todo me queda lejano, me suelo recomponer y sacar pecho y escupir por el colmillo, y le saco partido a la puta soledad que tengo, porque es mía, la he buscado yo, me gusta estar solo, joder, sólo es eso.

Y cuando digo solo, quiero decir un singular corrosivo de la cabeza a los pies. Un puto uno, una soledad portátil que llevo conmigo adonde vaya, por mucho que me rodee de mis colegas, o que Marta se pegue a mis riñones mientras duermo, o que mi bar amontone clientes por la mañana o que los pechos de María sean el último refugio en caso de guerra.

Pero no es eso, joder…

Tiene razón Susana La Bohemia.

Es más bien una actitud. Una vocación. Una independencia.

Solo por elección y convencimiento, ¿qué pasa?

Solo porque soy un ególatra sin remedio, y me creo el superviviente de mi propia guerra y el resto, una reunión de vencidos.

Solo porque no quiero dar cuentas a nadie.

Solo porque me da la real gana.

Por eso, no titubeo al terminar de retirar la espuma al afeitarme y mojar mi cara dura tan suave.

No titubeo al coger el jodido coche y volver al bar que regento.

Ni me tiembla el pulso si veo a Cleo cuando me estoy follando a Marta, o a María, o a cualquiera de las putas que frecuento.

Ni me arredra ninguna madrugada, en fin; por más que sólo me acompañe la ginebra y unos cigarrillos.

Sí, soy un solitario sin pena; y que conste que he visto cosas peores.

Publicado el domingo, 28 de enero de 2007, a las 15 horas y 58 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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