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EDDI VANSI S.L.. Ahora en el puto invierno, el bar, por las tardes, termina de perder el escaso brío que tiene de costumbre, y a partir de las siete y media, que ya es de noche y hace un frío del carajo, se puede decir sin complejos que no entra ni Dios, si exceptuamos a algún despistado aterido, o tomamos por diosa a Susana La Bohemia, que no es que entre en el bar, sino que nunca sale.
A veces hablamos un rato los dos, y las más, yo me hago el loco porque a mí me gusta hablar lo mínimo cuando voy sobrio, y prefiero perderme en mis cosas y mis mundos.
Fue por eso, tal vez, que me dijo la otra tarde:
- Eddi Vansi... ¿Sabes?... Eres el tío más solitario que he conocido nunca.
- Vaya... –contesté bien jodido-. ¿Me lo tomo como un cumplido, Susana?... ¿A qué cojones viene eso?
- No te lo tomes a mal, gruñón; que eres un gruñón –así, con toda confianza- Por nada. No sé... Vengo aquí tantísimas tardes y tú siempre pareces estar metido en una puñetera burbuja, en tu jodido mundo, como si no te rozara nada de lo que te rodea...
- Ya –la interrumpí-... Eso es el orujo, joder.
Pero no es el orujo.
- ¡No es el orujo, coño! –gritó indignada- Es que llevo una hora y media aquí y apenas nos hemos dirigido la palabra.
- Locuaz no soy, desde luego, y eso ya debería usted saberlo.
- No te gusta la gente, Eddi Vansi. Eso es lo que te pasa.
- Me gustan las personas, algunas, a veces.
- Ya...
- Y a solas.
- Eres un perro verde...
- No tenga pena por mí, Susana, que yo tampoco la tengo.
Porque aunque a veces me espanto de lo solo que estoy, y me descubro en el espejo a primera hora como un jodido canalla bien jodido, y todo me queda lejano, me suelo recomponer y sacar pecho y escupir por el colmillo, y le saco partido a la puta soledad que tengo, porque es mía, la he buscado yo, me gusta estar solo, joder, sólo es eso.
Y cuando digo solo, quiero decir un singular corrosivo de la cabeza a los pies. Un puto uno, una soledad portátil que llevo conmigo adonde vaya, por mucho que me rodee de mis colegas, o que Marta se pegue a mis riñones mientras duermo, o que mi bar amontone clientes por la mañana o que los pechos de María sean el último refugio en caso de guerra.
Pero no es eso, joder…
Tiene razón Susana La Bohemia.
Es más bien una actitud. Una vocación. Una independencia.
Solo por elección y convencimiento, ¿qué pasa?
Solo porque soy un ególatra sin remedio, y me creo el superviviente de mi propia guerra y el resto, una reunión de vencidos.
Solo porque no quiero dar cuentas a nadie.
Solo porque me da la real gana.
Por eso, no titubeo al terminar de retirar la espuma al afeitarme y mojar mi cara dura tan suave.
No titubeo al coger el jodido coche y volver al bar que regento.
Ni me tiembla el pulso si veo a Cleo cuando me estoy follando a Marta, o a María, o a cualquiera de las putas que frecuento.
Ni me arredra ninguna madrugada, en fin; por más que sólo me acompañe la ginebra y unos cigarrillos.
Sí, soy un solitario sin pena; y que conste que he visto cosas peores.
Publicado el domingo, 28 de enero de 2007, a las 15 horas y 58 minutos
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