|
PRÓXIMA ESTACIÓN LAS MUSAS. No sé si ha sido por las hostias que me dio el subnormal aquel que acosó a María, o por algún golpe en la cabeza que me di de pequeño, o porque el pozo se ha quedado seco, o que realmente no tengo ni he tenido dentro de mi jodida cabeza ni una puta idea que plasmar en un papel, pero la verdad trasvisible, como diría Salinas, es que de un tiempo a esta parte no escribo ni a tiros, coño.
No sé qué pasa, porque lo he intentado de todas las maneras, a todas las jodidas horas, borracho y sobrio, sentado y de pie, en el bar o en mi cuarto, con ganas o sin ellas, y el puto relato redondo que debería escribir, ése que me va a arrancar de cuajo la rutina, no me sale.
La creación tiene estos riesgos, claro, y no tienes más arnés que tu paciencia, ni más red que la de tus lectores.
Escribir no es lo mismo que encofrar o que servir copas, o que cualquier otra profesión digamos más tangible. Uno no tiene la misma seguridad de que va a hacer bien su trabajo, ni siquiera de que lo vaya a hacer.
Uno confía en que será capaz de hacerlo, tiene esa esperanza, pero se mueve a tientas dentro de una niebla, y más si trabajas mil horas de camarero y te pones hasta arriba de ginebra, y tienes la cabeza llena de jodidos pájaros y de Marta y Cleo y María, y cualquier mujer como medida de todas tus cosas.
Ojalá escribir fuera tan fácil como pegarse un buen polvo.
Que a uno le invita Bestiario a escribir un blog como dios manda y dice que sí, que sin ningún problema, como si tuvieras los textos archivados en tu cabeza y fuera tan sencillo como cortar y pegar. Pero luego te pones delante de un papel a sacarlos, casi siempre a deshoras, y a veces es fácil y a veces cuesta y otras veces es imposible sacar nada digno, te pongas como te pongas.
Y da igual lo que hayas escrito antes.
Da igual que seas un autor consagrado o un santo desconocido.
Da igual que te acompañe Miles Davis.
Da igual que te fumes mil cigarros y eches el humo como haría Henry Miller.
No puedes.
Hoy (y ayer, y anteayer, y a lo peor mañana) no puedes.
Y no hay más que rascar.
Así que, más te vale irte de putas que empeñarte en esto, Eddi Vansi, te dices.
Y, vale, eres consciente de que todos los artistas atraviesan épocas de sequía; que de pronto se quedan varados como barcos en desiertos o botellas vacías, y que ya pueden intentarlo, que no hay un puto dios que le saque una palabra al boli. Sabes que le pasó a Cervantes y a Boris Vian, a todos los grandes, y que eso tendría que servirte de consuelo; pero yo soy un puto camarero, joder, no me dedico a esto, y a mí no me consuela nada ni nadie en estos días que llevo intentando manchar una cuartilla siquiera con dos párrafos, y no puedo quitarme de encima la jodida sensación de que, en mi caso, no hay más cera que la que arde, y que el último texto que escribí va a ser definitivamente el último texto que escriba Eddi Vansi.
Eso pienso, joder, en estos días: que soy un jodido perdedor a tiempo completo.
Nadie lo nota, ni siquiera yo cuando me afeito; pero con esos pensamientos vivo y me levanto y voy y vengo y entro y salgo y soy.
Y me voy de putas o de copas a vivir lo que no escribo con el deseo inconsciente de que pase el tiempo, qué remedio, y que aparezca la musa y no vuelva a jugar al escondite conmigo. O que se materialice en una ramera pelirroja de ojos profundos, cojones, y por lo menos me haga feliz en una cama de pago.
Y sé que vuelve. Sé que al final la inspiración vuelve, qué coño, como siempre; y que me pillará trabajando. No como querría Picasso, claro, sino detrás de una jodida barra de bar, como suele ser costumbre.
Pero sigo entrenándome.
Y sé que después en mi casa pondré jazz, me sentaré donde siempre, cruzaré las piernas como las suelen cruzar los escritores, abriré una botella de vino bien fría, brindaré por ti y por todos los ausentes, daré un trago, me encenderé un cigarro, y con todo el regusto de ese fracaso donde vivo, escribiré un texto de putísima madre.
Pero no me acostumbro, joder.
Publicado el sábado, 28 de octubre de 2006, a las 0 horas y 02 minutos
|