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EL DIABLO ES ELLA. -¿Sí?
Estaba tumbado en el sofá escuchando música, a mi rollo, y no sé por qué cojones contesté al teléfono impertinente, por qué nunca aprendo a no descolgarlo, a dejarlo que suene hasta el aburrimiento, y no escarmiento y casi seguro que puede ser cualquiera y joderte la tarde.
Marta, para no variar, me había dejado solo en casa, porque ya no me aguanta y se lo pasa mejor haciendo su vida, entrando y saliendo sin contar conmigo más que para discutir o echar algún polvo a deshoras, joder, ¿cómo coño hemos llegado a esta situación que sostenemos de milagro?
-Eddi Vansi, ¿todo bien?
Carraspeé, porque supe de quién era esa voz y de pronto se me secó la boca. Apagué la música. Busqué rápido el vaso de ginebra que debía estar en algún sitio, lo encontré, le pegué un trago largo que me supo al agua de los hielos derretidos. Parece mentira que aún a mis putos años se me salga el corazón por la boca, pero fue lo que me pasó en esos instantes.
-Cleo… -contesté, porque era Cleo.
-¿Estás bien?
-Sí, lo estaba -le dije, con esa sinceridad que me sale justamente de los cojones en los momentos más inoportunos-Quiero decir...
-Vaya… -me interrumpió-. Entonces, de follar ni hablamos…
Y me reí porque menos mal, porque sólo Cleo es capaz de pensar en un polvo cuando es el fin del mundo y ella es la próxima en declarar ante el juez de guardia.
-No es eso Cleo –le expliqué, recuperando la seriedad y la consciencia que esta mujer consigue extirparme de cuajo- Es que no te esperaba, joder, entiéndelo...
-Qué decepción, Eddi Vansi –debió poner un mohín cuando me dijo esto-. Pensaba que no te habías olvidado de mí...
-Quiero decir... –dije, como si pudiera arreglarlo-. Que no te esperaba ahora mismo, así, tan de sopetón en esta tarde gris.
-Qué cuento tienes, joder... Sigues siendo el mismo cabrón de siempre.
-No te enfades, niña... Oye... ¿Estás en Madrid?
-Sí.
-¿Y eso?
-¿Desde cuando haces tantas preguntas a una conocida?
-Desde que te conozco, Cleo –no te jode-. ¿A qué has venido, anda, dime?
Porque Cleo es sinónimo de que algo va a pasar si es que no ha pasado ya. Porque si Cleo aparece el resto no importa. Y porque soy incapaz de resistirme a su perfume de lilas.
-Negocios, Eddi.
-¡Ah! –exclamé con interés-. Negocios...
-¿Quedamos?
-Me dan miedo tus negocios...
-No temas por mí, que sé cuidarme sola.
-De eso no me cabe la menor duda, Cleo.
-Bueno, Eddi Vansi, ¿te tengo que rogar aún más para poder verte?
-Un poco.
Y se río la muy puta. A sonora carcajada limpia.
-Eres el único hijo de puta al que he rogado algo en mi vida... Lo sabes, ¿no?
-Sí, lo sé, pero el resto no son Eddi Vansi, nosajodío… ¿Dónde te recojo? - Porque ya basta, y me muero de ganas de ver su melena pelirroja y de tenerla entre mis piernas.
Al cabo de una hora estoy puntual en el hall del hotel donde se aloja.
La veo bajar con su figura esbelta levantando la mirada de todos los varones con su pisar seguro sobre sus tacones de aguja y su media sonrisa inclinada hacia la izquierda y sus piernas interminables. Y la imagino de mi brazo y me queda bien imaginarlo: Cleo me sienta bien, aunque sólo sea de abalorio. Si fuera un utensilio útil en mi vida, me la habría arruinado.
Me besa en la mejilla con sus labios rojos.
La beso en los labios para saborearla.
Se coge de mi brazo. Nos ponemos a andar despacio y yo pienso que estoy en racha, que últimamente las mujeres, menos Marta, se me están dando de puta madre, joder, que me quejo de puro vicio y que su perfume de lilas me está poniendo cardiaco, así que me paro y le digo:
-¿Hablamos ya de follar, Cleo?
-Hablemos, Eddi Vansi.
Y sin dudarlo, deshacemos los pocos pasos que distan de su habitación.
Y la desnudo despacio mientras me va desnudando.
Y me hundo en sus pechos mientras ella aprieta mi cabeza contra ellos.
Y la beso y la muerdo y la babeo bajando hacia su ombligo.
Me excito tanto que la penetro casi sin darle tiempo a pensarlo.
Y ella gime, se mueve, me muero de gusto.
Como me gusta follarte, Cleo…
Porque follarse a Cleo es un puto placer de unos pocos, pero a esta mujer deberían jodérsela todos los hombres y mujeres de este asqueroso mundo, para que supieran antes de diñarla a qué sabe la jodida gloria.
Porque tiene un culo cojonudo hecho para el sexo, y una boca delicada en la que correrse es algo así como un nirvana místico.
Sé lo que me digo.
Sé lo que expreso porque he follado más de lo que hubiera querido, y con Cleo siempre es único.
Eso es, coño: Cleo es un polvo único.
Y tras el polvo, besé esa boca roja que antes me follaba, y creo que me estaba ofreciendo un cigarro cuando me quedé dormido.
Cuando desperté, no estaba.
Me levanté. Entré en el baño. Meé. Me vestí. Y, como años atrás, volví a salir por la jodida puerta sin saber muy bien qué cojones estaba haciendo, ni qué me estaba haciendo Cleo.
Y no ha vuelto a llamarme, joder. Y esto es lo que hay.
Publicado el miércoles, 21 de febrero de 2007, a las 20 horas y 20 minutos
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