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ANTES DE MI ENTIERRO SEGUIRÉ SIENDO YO. Pienso si cuando llegue a viejo me pareceré en algo al que soy ahora, ahora que por fin creo estar seguro de saber quién soy y estoy a gusto y me sé fajar de tantas cosas.

Si seguirán conmigo mis manías, mi adicción a la ginebra y Marta.

Si Cleo retozará aún en mi vida.

Si habré perdido la guerra o me quedarán por librar algunas batallas perdidas, como si en verdad yo hubiera sido un jodido soldado siempre en la reserva y me sacaran para la contienda final.

Si habré aprendido para entonces, de una jodida vez, a vivir y a beber y a mirarme en el espejo sin arquear las cejas.

Si seguiré con los mismos vicios de escribir, de leer, de fumar; de saberme perdido en un sin rumbo, como si mi vida no tuviera sentido y ése no fuera sino su eje fundamental.

Es más, a veces creo que lo más verosímil, según los pasos que llevo, es que no llegue a viejo, y que si lo hago, termine pareciendo una especie de Susana La Bohemia con mi esquina propia en algún bar que me de asilo, con otro camarero que me sirva buenas copas de ginebra a palo seco, y otros clientes que me recuerden lo que los años se llevaron como un Tsunami sin escándalos, discretos, poco a poco.

Quizá para mi tercera edad sea ya un autor consagrado y me dedique a dilapidar mi fortuna y el poco tiempo que me quede con las mejores putas que soñé.

O me implique en alguna labor altruista para el lanzamiento de jóvenes autores, qué coño, que cada palo aguante su vela, que yo prefiero el catre y las putas.

Lo más probable es que llegue a viejo con una Marta emancipada de mi amor viviendo a todo trapo con su amante estúpido, y yo solo en mi casa lo mismo de cabrón que ahora pero con los colmillos aún más retorcidos.

Confío en que, cuando envejezca y sea un jodido rancio pudriéndome en mi desidia, queden mis colegas, los pocos que conservo aún, dándome ánimos para seguir vivo o muerto, según quiera.

Lo mismo Serafín Izcueta decide acordar conmigo algún texto de puta madre para leer cuando ya no esté, y para que el público que acuda al recital pueda vomitar o llorar según se le antoje. A esas alturas de mí película me iba a dar lo mismo.

Observo mi vejez como un vaso siempre vacío y una botella siempre llena.

Una cama desecha.

Boris Vian disonando desde la otra habitación.

Una bañera en la que sentarme.

Alguna puta que me la mame cuando ya esté muy borracho.

Cervezas abiertas para dar de comer a las moscas.

Una barba de tres días y una cuchilla oxidada.

Y el abandono a las letras porque disponga de tiempo: sin dinero, sin necesidad, sin mandil, sin Susana la Bohemia.

Un libro abierto.

Otro libro abierto.

Un cenicero lleno de colillas.

Una mesa y su desorden de cosas por hacer.

Miles Davis, Chet Baker.

Una cabeza llena de recuerdos, si es que antes el hijo de puta de Korsakoff no ha venido en mi ayuda para borrar todo de mi memoria y dejar solo lo necesario para poder mear tranquilo.

Puede que regrese a Granada.

Puede que nunca regrese.

De todo, seguro que quedaré yo, Eddi Vansi. Por lo menos para mí, cojones, que habré tenido la mala suerte de aguantarme toda la vida.

Publicado el viernes, 14 de julio de 2006, a las 17 horas y 43 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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