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RESIDENCIA EN LA GINEBRA. Y para qué coño voy a escribir yo, me digo a veces, alguna noche, frente a mi bitácora y sus telarañas, si, joder, llevo un mes releyendo a saco a Neruda y las comparaciones son odiosas e inevitables, y yo salgo siempre tan mal parado en ellas que se me quitan las ganas siquiera de coger un puto boli para ya no saber a qué enfrentarme exactamente.
¿Pero con qué jodido permiso o entusiasmo puedo yo ponerme a aporrear el teclado, si al lado de este cabronazo mi prosa es una mierda tan grande como un día de fiesta, si me siento un enano aprendiz bajo su sombra, si le envidio y le admiro a más no poder, y así no hay quien se concentre ni se estime ni se escriba?
Porque este hombre es un gigante, coño, y leerle es asistir a un espectáculo como de magia, a una borrachera como de ginebra pero con palabras y con todas las voces de todos los silencios del mundo.
Y yo sólo piso sus huellas, y le sigo haciendo eses y no me acerco a él ni de lejos.
Porque aunque me comparen con Bukowski y me pongan a parir por ello, y se queden con el puto borracho al que idolatré en la época en que se idolatra a Bukowski, no es él el único que me influye, ni me siento el genio que quisiera al lado de todos mis dioses.
Y en lugar del boli cojo el puto tabaco y termino con otra botella que me hace más alcohólico pero menos consciente, porque tal vez soy el borracho más gilipollas del mundo, o un puto masoca venido a menos que ya no disfruta ni con su jodido goce hecho de golpes morales.
Tal vez me he hecho más viejo aún de lo que creía y me jode darme cuenta de que he llegado a este punto siendo el mismo de siempre.
Entonces cierro sus libros porque ya estoy hasta los cojones, y me pongo algo de la música de Boris Vian, o de Chet Baker, no sé, con la esperanza de que me dicten a través de sus pentagramas el párrafo adecuado que me saque de pobre, o que al menos me hagan volar como ellos saben.
Y me sigo conformando con joder con mis putas, y mirando a Marta esperando que la tortilla dé una doble voltereta, y que me pille mirándola.
Y escribiendo cuando la apatía o la botella me dejan.
Y me encabrono porque me encanta escribir y no tengo un duro ni dónde caerme muerto, y el bar no da para tanto, y los números rojos siguen en rojo, y mis vicios no me los fían, ni puedo comprar las putas ideas que no vienen a mi cabeza, y que ni siquera, joder, están en venta.
Pues eso, coño.
Publicado el jueves, 10 de mayo de 2007, a las 0 horas y 02 minutos
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