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UN BUEN CHESTER. Chesterton se marchó a la otra vida hace 70 años. Yo no me acuerdo, claro, pero es uno de los escritores que más me ha acompañado desde que empecé a leer. Bueno, desde que empecé a leer novelas. Leí muy joven La esfera y la cruz: no entendí absolutamente nada, pero comprendí que ahí había un escritor con un misterio dentro. Después, Chesterton volvió a aparecer periódicamente, que si el padre Brown (le habría dado un pescozón a Dan), que si Ortodoxia (título que el contemporáneo pronuncia bajito, por si acaso), que si el Napoléon. Luego vinieron los ensayos, y esa sorna católica que es de lo mejor del catolicismo.
La anécdota de Chesterton que más me gusta es la que relata que, a menudo, el escritor británico llamaba por teléfono a su mujer desde cualquier sitio para preguntarle: "¿Dónde se supone que debería estar ahora?". Y su mujer, chestertoniana, le indicaba con exactitud el lugar de la conferencia, la ciudad a la que debía viajar o el compromiso social que tenía que atender.
Ahora ya no tendrá esos problemas. Está donde debe estar. Y nosotros seguimos investigando su secreto, que se llevó a la tumba, como todos los buenos secretos.

Publicado el miércoles, 14 de junio de 2006, a las 8 horas y 54 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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