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¿NO VAS A BESARME?. Llegué antes de la hora acordada a mi cita con Cleo.

Me senté en la terraza del bar a observar la Alhambra y la luna y esa casa ruinosa que interfiere en el paisaje, y que me sigue recordando a la mansión de Psicosis.

Me encendí un cigarrillo. Me pedí una cerveza.

Unos músicos callejeros tocaban jazz y hacían de la noche un lugar habitable.

Granada está cambiada, más ciudad, más cosmopolita, más sucia y ruidosa.

Sin nada a mano que leer, sin otra cosa en la cabeza que el dibujo de cómo sería Cleo después de tanto tiempo, la espera se me hizo eterna.

“Cálmate Eddi Vansi” me dije “Cleo es como los perros, huelen el nerviosismo humano”.

Y es que estaba jodidamente nervioso. Parecía que en vez de ver a esa vieja amada iba a descolgar el teléfono rojo de la Casablanca. Pero, eso no me excitaría tanto, seguro…

-Eddi Vansi…

Coño, su voz apareció en mi espalda. Bebí un sorbo grande de cerveza, cogí aire, puse cara como de que qué me importa a mí esta tía, y me giré… Y allí estaba. Delgada, alta, pelirroja, bella. Con unos vaqueros que se ceñían a sus piernas como un guante y una camisa de seda que insinuaba unos pechos descubiertos…

-Cleo… -dije, y le sonreí.

-Jodido Eddi Vansi… -me dijo, y me sonrió-. ¿No piensas besar a esta vieja amiga?

-La Alhambra no me lo perdonaría, Cleo...

Nos besamos. Estaba tan caliente que me la habría tirado en la mesa de aquella terraza, pero nos dimos un beso en los labios, fugaz, imperceptible, de quinceañeros.

- ¿Estás tomando algo?

-Una caña, ¿otra para ti?

-No, termínala, nos vamos a una fiesta a casa de unos amigos.

-Estupendo...

Claro, a una fiesta. No a follar, no; a una fiesta. ¿Cómo no se me había ocurrido a mí? Hace mil años que no nos vemos, y lo que más me apetece es ir a una fiesta en la que no conozco a nadie. Jodido. Me quedé jodido, pero, ¿iba a decirle que no? Uno no puede negar nada a una melena pelirroja recogida en un moño mal hecho adrede.

Apuré la cerveza que quedaba en el vaso. Me levanté. Cogí a Cleo. Le di otro beso, esta vez sincero y caliente. Paseamos. Subimos callejuelas. Nos besamos más veces y mejor.

-Estás muy guapa, Cleo.

- Tú tampoco...

- Muy guapa..., y muy sincera. ¿Has pactado algo con el diablo?

-No, no hago tratos con conocidos, Eddi Vansi…

Llegamos en pleno Albaicín a una casa moderna fruto de la especulación del barrio que, con su aire de Bau Haus, y como la antedicha casa de Psicosis, rompía en añicos el encanto del paisaje.

Un mayordomo nos abrió la puerta. Atravesamos un jardín. Cleo me cogió la mano como si fuéramos novios. Entramos en la casa. Yo estaba entre encabronado y nervioso, diciéndome si no debería mandar todo al carajo e irme.

Se oyeron algunas voces al fondo:

-Es Cleo… Divina Cleo… ¿Traes compañía?

Llegamos a un salón acojonante, de revista, tan amplio como una jodida plaza de toros. Alrededor de diez personas se volvieron hacia nosotros y nos miraron expectantes.

- Lo prometido es deuda –les dijo Cleo. Se separó un metro de mí e hizo el gesto de presentarme-. Este es Eddi Vansi, señores.

Publicado el lunes, 15 de mayo de 2006, a las 12 horas y 13 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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