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EL EFECTO MARIPOSA. Todo el mundo sabe que si una mariposa agita hoy sus alas en Pekín, puede cambiar el curso climático de Nueva York el mes que viene. De eso trata Babel, es decir, no del cambio climático ni de las mariposas, sino de la onda expansiva de determinadas acciones en la sociedad globalizada de nuestros días. Sin embargo, el director González Iñárritu y el guionista Guillermo Arriaga no se muestran demasiado proclives a la filosofía zen ni a la teoría del caos. De ahí que la contemplación de Babel sea cualquier cosa menos plácida. Como aconsejaba Cecil B. de Mille, la película arranca con un terremoto y va in crescendo.
Localizada en tres lugares-mundo (Marruecos, la frontera entre México y Estados Unidos, y Japón), que funcionan como metáforas del microcosmos humano contemporáneo, Babel propone un ejercicio de situaciones límite sobre el trasfondo de las desigualdades políticas y sociales del presente. Con una estructura audaz y un guión tan sólido como la piedra pómez, al filme de Iñárritu sólo se le puede criticar (si bien ahora en menor medida) lo que ya era criticable en sus anteriores películas, Amores perros y 21 gramos. Y es que la búsqueda constante de la intensidad le lleva a multiplicar los núcleos de tensión, a bifurcar las tramas y a inventar espejismos para el espectador, que navega por el celuloide anestesiado bajo el peso de las imágenes. Pese a su evidente anclaje referencial en el presente, resulta difícil mantener la frialdad crítica entre operaciones quirúrgicas en vivo, escenas de sufrimiento familiar, persecuciones policiales y travesías del desierto, por no hablar de un largo inventario de disfunciones emocionales.
Se puede aducir que Babel no aspira a pactar una tregua con el espectador y que su discurso no atañe únicamente a la incomunicación entre sociedades, sino al odio que genera un sistema donde cada vez es mayor la brecha entre opresores y oprimidos. Es cierto. Como también es cierto que la buena interpretación de los actores, las calidades «físicas» de la fotografía y la música envolvente consiguen salvar incluso las secuencias que un realizador menos cuidadoso que Iñárritu despeñaría en el absurdo o, al menos, en lo inverosímil. Con todo, las producciones del tándem Iñárritu-Arriaga ganarían bastante sólo con una pizca de contención, que no debe confundirse con blandura ni con sentimentalismo. De hecho, varios aspectos secundarios, como el motín de los turistas que acompañan a la pareja Brad Pitt/Cate Blanchett en Marruecos, las peripecias de los hijos de ambos en el desierto y el ahorro en ropa interior de la nipona sordomuda, podrían suprimirse sin que el argumento se resintiera en absoluto. Si a pesar de todo Babel sigue siendo una película notable, no lo es por su propensión al exceso, sino precisamente por su equilibrio entre la indagación formal y la conciencia crítica. Con esos dos ingredientes, a nadie le extrañaría que un director con apellido mexicano subiese a recoger la estatuilla a la mejor película en la próxima ceremonia de los oscars.
Publicado el miércoles, 3 de enero de 2007, a las 12 horas y 13 minutos
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LAS MEJORES PELÍCULAS DE 2006. Ahí van, juntas y revueltas, las que en opinión de este cronista han sido las mejores películas del año pasado, acompañadas de algunos momentos estelares. Esperamos que nuestros fieles lectores (si es que procede el plural) compartan un inventario parecido. Y, si no, ya se sabe: en la discrepancia está el gusto.
1. La joven del agua (USA), de M. Night Shyamalan
2. Three Times (Taiwán), de Hou Hsiao-Hsien (Taiwán)
3. (ex aequo) Infiltrados (USA), de Martin Scorsese, y La dalia negra (USA), de Brian de Palma
4. El laberinto del fauno (México / España), de Guillermo del Toro.
5. El arco (Corea), de Kim Ki-Duk.
6. Desayuno en Plutón (Irlanda), de Neil Jordan.
7. Volver (España), de Pedro Almodóvar.
8. (ex aequo) Münich (USA), de Steven Spielberg, y Buenas noches y buena suerte (USA), de George Clooney.
9. Scoop (USA), de Woody Allen.
10. (ex aequo) Los tres entierros de Melquíades Estrada (USA), de Tommy Lee Jones, y Llamando a las puertas del cielo (Alemania, USA y Francia), de Wim Wenders.
Y... la cabeza de Helen Mirren ciñe la corona en La reina (Gran Bretaña), de Stephen Frears; Takahashi Miike se pone lírico en Box (Japón), episodio de Three Times; Michael Winterbottom redescubre el cinéma vérité en Camino a Guantánamo (Gran Bretaña); González Iñárritu da otra vuelta de tuerca a la era globalizada en Babel (USA); Alfonso Cuarón estrena distopía en Hijos de los hombres (Gran Bretaña y USA), y John Lasseter nos hace disfrutar como enanos con las carreras animadas de Cars (USA).
Publicado el lunes, 15 de enero de 2007, a las 20 horas y 46 minutos
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LOST IN VERSALLES. Sofia Coppola no le teme a los tópicos. Por eso en sus películas se cumple el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. En su nuevo filme, la hija de Francis Ford radicaliza los planteamientos de sus anteriores ficciones: su María Antonieta es pura escenografía, tramoya puesta al descubierto, y sin embargo en el celuloide queda un poso de melancolía similar al que dejaban en el espectador las vírgenes suicidas de la cinta homónima o las andanzas japonesas de Bill Murray y Scarlett Johansson en Lost in Translation. Sofia Coppola, ya lo hemos dicho, confía en la capacidad expresiva de las imágenes, y eso le permite convertir los ornamentos de la historia en iconos posmodernos: los jardines de Versalles, la sonrisa de Kirsten Dunst o el inventario de ritos cortesanos al que asistimos no son la decoración del relato, sino el propio relato.
Este proceso metonímico libera a su María Antonieta de las servidumbres de las películas de época, donde las ilustraciones históricas acaban por apropiarse de la narración. En cambio, el filme de Coppola puede interpretarse como un artefacto autónomo, más cercano a la nota al pie que al discurso. Ni biografía fiel ni retablo de la historia, lo que queda es acaso una esquirla de intrahistoria, tan fragmentaria como las escenas triviales que jalonan el celuloide. Sí, Sofia Coppola cree en la sintaxis de lo visual, lo que equivale a decir en el poder de la fabulación. Por eso lo de menos es que María Antonieta acompase su ritmo vital a la música de los Strokes. Lo de más es que María Antonieta es una excelente película donde se pone de relieve uno de los privilegios del séptimo arte: transformar la Historia colectiva en historia privada. Los que acusan de inanidad argumental a la cinta de Coppola deberían saber que el pasado no siempre es lineal y que a veces la forma puede ser una exacta metáfora del fondo.
Publicado el lunes, 22 de enero de 2007, a las 17 horas y 51 minutos
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