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NOS OBSERVAN (2). Algunas películas vienen aureoladas por un prestigio que hace casi prescindibles las palabras del crítico, pues en su lugar parecen hablar los numerosos premios cosechados. Es el caso de Caché (Escondido), nueva incursión del austriaco Michale Haneke por las trastiendas de la Europa civilizada. No en vano, la película ha obtenido los principales galardones en la pasada ceremonia de los premios Europeos, reconocimientos importantes en el festival de Cannes, y si no compite para los oscars se debe únicamente a que Hollywood exige que las películas estén rodadas en el idioma nacional del país de producción. Y, aunque Caché es una producción austriaca, Daniel Auteuil y Juliette Binoche, los protagonistas del filme, hablan un francés con nítido acento parisino.

El caso es que, más allá de premios y polémicas, a uno le parece que, sinceramente, la película no es para tanto. Haneke lleva quizá demasiados años jugando a ser enfant terrible y, a pesar de que a veces ha sabido transmitir el horror de los nuevos autoritarismos (en la escalofriante Funny Games), su cine siempre se encuentra a un paso del ridículo (en el que incurrió en la espantosa La pianista, que encima goza de un raro prestigio crítico). Pues bien, Caché es una película que rebosa «haneikidad» —si se me permite el neologismo— en todas sus secuencias. De este modo, aunque la premisa argumental de la que parte la acción daría para un thriller de suspense al estilo de Hitchcock, Haneke quiere hablarnos, por supuesto, de otra cosa. Y el problema es que la otra cosa, una fábula tirando a sórdida sobre el sentimiento de culpa, la inmigración, la diferencia de clases y no sé cuántos aspectos más, se sostiene exclusivamente en el plano metafórico, pero en el nivel real, a pie de fotograma, naufraga con estrépito. Así, el realizador acaba por convertir a sus personajes en marionetas que maneja a su arbitrio para ilustrar una tesis bastante difusa. En medio, despliega todo un arsenal de tics de autor, desde el juego con diferentes texturas (el rodaje del programa de televisión de Auteuil y las escenas de revisión de los vídeos anónimos, tal vez el recurso formal más audaz de toda la película) hasta largos planos secuencia dignos del Angelopoulos menos posibilista.

Es cierto que el cine social necesita revisar y actualizar sus viejos engranajes estilísticos, y que Haneke es uno de los pocos directores interesados en llevar a cabo esa renovación, pero a este cronista le parece que en demasiadas ocasiones el riesgo se considera un valor estético «per se». En ese sentido, no cabe duda de que Caché es una película valiente. Tan valiente como fallida.

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Publicado el miércoles, 1 de febrero de 2006, a las 20 horas y 05 minutos


[1] Cuando el riesgo se convierte en bluff. Me haces reflexionar: sin embargo ha debido existir un momento en el que el realizador ha tenido que sopesar lo que estaba sucediendo. Me imagino, que es como cuando uno escribe y experimenta con el lenguaje. Hay un instante en el que se da cuenta que el riesgo pasó la barrera de lo proyectado y se ha convertido en un bluff, en errores. Si el cineasta no capta lo inarmónico, creo que como dices, acomete lo fallido. Y ya no hay nada qué hacer.

Un gran salute Betaville :)
Comentado por Vir& | 06/2/2006 01:09 | http://puertoa.blogspot.com






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