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AUTORRETRATO CON CAHIERS DU CINÉMA AL FONDO. Hoy he comprado el último número de los Cahiers du cinéma, revista que mi quiosquero deposita cada mes con paciencia franciscana bajo una espesa pátina de hojarasca multicolor hasta que mis obligaciones me permiten acercarme a la gran urbe o hasta que encuentro en quién delegar tan ardua tarea. Así, no es raro que me encuentre de sopetón con dos o tres ejemplares de la revista y dedique un par de días a quemarme las pestañas con sus reportajes o con sus repasos a las novedades cinematográficas. Hoy, al pasear la vista por sus páginas, he recordado cuándo adquirí el hábito cahierista, que imprime carácter, como el sacerdocio, y crea adicción, al igual que el café.

Andaba uno por sus años mozos y con prurito provinciano cuando tuvo la oportunidad de pasar un verano en Limoges. A falta de Torre Eiffel y bâteaux mouches, bien estaban las fábricas de porcelana y las neblinas perpetuas del limosín. Este cronista, que a los diecisiete años solía devorar (a veces con graves indigestiones) todas las revistas y libros de cine que hallaba a su alcance, sabía de la importancia histórica de los Cahiers, donde se foguearon los grandes nombres de la nouvelle vague, acaso la mejor escuela cinematográfica que ha dado Europa en este oficio del siglo XX. El primer Godard, Truffaut, Rohmer, Chabrol… eran los astros de una constelación inalcanzable que limitaba al suroeste con los cuentos de Cortázar, al norte con las fantasmagorías de Joyce, y al este con las ficciones dislocadas de Boris Vian. Ni corto ni perezoso, quien esto suscribe se acercó al primer quiosco que halló a su paso y gargarizó con múltiples dificultades un solemne «cahieggs di cinemá» que dejó en la inopia al quiosquero, y a su clientela inmersa en un estupor rayano en la hostilidad. Suerte que en todos sitios hay almas caritativas. En este caso, una de ellas, bajo la forma de una versión afrancesada de la Señorita Marple, le hizo entender al quiosquero que, al margen de mis graves problemas de dicción, yo tan sólo estaba pidiendo un ejemplar de los Cahiers. Aún receloso, el dueño del establecimiento me tendió la revista, pagué, «y no hubo nada».

O sí, según se mire. El caso es que desde entonces ya no he podido resistirme a la costumbre de leer cada mes los Cahiers. Desde aquel lejano número, en cuya portada figuraban las generosas pantorrillas de Rosanna Arquette en una secuencia de Crash, de David Cronenberg, he sobrevivido a cambios de formato, renovaciones editoriales y remodelaciones de la plantilla directiva, pero siempre he encontrado algo que a menudo echo en falta en la crítica cinematográfica española: un punto de ironía, unas gotas de creatividad y, sobre todo, un programa estético bien definido. Aunque no siempre comulgue con sus argumentos, a veces tan intragables como ruedas de molino, a este cronista le resulta difícil no simpatizar con un ideario que no sólo (ni siempre) bendice a las películas que abordan «grandes temas», sino que defiende con igual denuedo peliculitas de estilo pop, algunas superproducciones hollywoodieneses «made in Spielberg» y joyas asiáticas que, de otro modo, pasarían inadvertidas. Es cierto que sus críticos en ocasiones pecan de snobs o de chovinistas, pero creo que su reparto de estrellas suele ser más justo que el que habitualmente encontramos en los magazines al uso. Y, como muestra, he aquí la selección de las mejores películas del año para la revista, de las cuales sólo dos —y además norteamericanas— han sido exhibidas en nuestro país, para escarnio de distribuidores varios:

1. Tropical Malady (Tailandia), de Apicahtpong Weerasethakul
2. Al oeste de los raíles (China), de Wang Bing
3. S-21 (Vietnam), de Rithy Panh
4. El bosque (The Village) (Estados Unidos), de M. Night Shyamalan
5. Shara (Japón), de Naomi Kawase
6. Rois et reine (Francia), de Arnaud Desplechin
7. The Brown Bunny (Estados Unidos), de Vincent Gallo
8. Gerry (Estados Unidos), de Gus Van Sant
9. Café Lumière (Taiwán), de Hou Hsiao-hsien
10. Kill Bill 2 (Estados Unidos), de Quentin Tarantino, y Saraband (Suecia), de Ingmar Bergman

Y, en fin, queridos lectores, Betaville parte de vacaciones hasta el día veintiocho. Pero, antes, la tía Colata propone un par de consejos en la cartelera semanal: Life Aquatic, de Wes Anderson, y Hierro 3, de Kim Ki-Duk.

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Publicado el miércoles, 23 de marzo de 2005, a las 20 horas y 09 minutos


[1] Sigue. Que pases unas buenas vacaciones, Betaville. Me vendría bien, el día que tengas ganas, que prepares un lista de buenas novedades de videoclub, si no es mucho pedir.
Comentado por Franz | 24/3/2005 13:23
[2] La Revista. Pues sí, Betaville, muy buena crónica de cinéfilo empedernido. La verdad es que los Cahiers es difícil de encontrar, yo también recuerdo a cierta dependienta de El Corte Inglés (muy buena), y cómo se las arreglaba para conseguírmela. Es verdad también que los títulos que salen ahí son poco conocidos por estos lares, uno piensa que es otro planeta... Trataré de ver la última.
Comentado por lukas | 26/3/2005 17:52
[3] De eso nada Lukas. Llevo escuchando muchos años eso de "los tiempos han cambiado", y voy camino de los cincuenta.
Comentado por Sergio | 26/3/2005 18:35






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